tribuna abierta
El Estatut «asimétrico»
Si tan bueno es el café, ¿qué país moderno y democrático lo reservaría sólo a unos pocos?
Los socialistas, especialmente el PSC, tienen un grave problema. Durante décadas el principal argumento tanto en campañas como en el debate cotidiano ha sido mostrar al contrario, al PP, como enemigo atávico, consuetudinario. Esta necesidad de perpetuar las dos Españas ha separado a muchos ciudadanos en bandos y convertido en tabú aquello que relacionaban con el otro. Los atributos que tradicionalmente se habían asociado con la derecha -la bandera, la monarquía, la idea de España, la idea de unidad...- fueron cristalizando a fuerza de repetición y confundiéndose en el inconsciente colectivo (sea eso lo que sea) con las propiedades del Mal. Por otro lado, se buscaron como aliados naturales a los más alejados de estos rasgos dándoles preeminencia moral. Hasta que la situación en Cataluña ha hecho tan patente el tremendo error de la complicidad con el nacionalismo que se han visto desbordados por todos lados. Pero por desgracia necesitan seguir marcando diferencias con el Otro en su concepto de país y de nación. Y se han inventado esa idea del federalismo asimétrico que al parecer debería establecer plateas y anfiteatros por lo que se refiere a los derechos de los españoles y reconocer algo tan inasible como la "singularidad " de los catalanes. Recordemos lo mucho que se empeñaron con el Estatut, ese que nadie quería hasta que Pascual Maragall tuvo la revelación. Al parecer la “singularidad” es una consecuencia del alma (identidad) de los colectivos tan en peligro siempre que debería ser recogida por el sistema legal para garantizar su inmutabilidad por los siglos. Y es un objetivo tan irrenunciable que los hay dispuestos a independizarse de España y de salir, incluso, de la Unión Europea. Pero, si uno se da un paseo por ese mismo Estatut, observa que no se aplica a sí mismo la lección. ¿No debería reconocer a su vez la singularidad -tan enriquecedora por lo menos como la nacionalista- de los no nacionalistas catalanes? Esa importante fracción de la población merecería verse reconocida en su “identidad” española y catalana. En su derecho a una educación perfectamente bilingüe, por ejemplo. Y podríamos ir más allá. ¿Qué decir de los que se sienten más españoles que catalanes y que desearían escolarizar a sus hijos solamente en castellano? ¿No sería esto también “blindable”? Si aceptamos “singularidad” como animal de compañía deberíamos aceptarla para todos. Las diversas constituciones y estatutos tendrían que recoger identidades en una legítima arquitectura de muñecas rusas mientras hubiera un subconjunto diferenciado que así lo reclamase. Si yo, laica, tengo que aceptar la consagración por parte de socialistas e izquierdistas de algo parecido a las “almas” de los pueblos, deseo que mi “singularidad” (no nacionalista, tan catalana como española y deseando educar a mis hijos en la historia común y en ambas lenguas a la vez) se reconozca en el Estatut. Y defendería, como no, el derecho de los monolingües españoles a reclamar el reconocimiento de su particularidad. Si tan bueno es el café, ¿qué país moderno y democrático lo reservaría sólo a unos pocos?
Teresa Giménez Barbat es escritora