Del patriotismo español
Ahí se esconde para mí el secreto poder seductor del hecho diferencial español: en que no exista tal cosa
Yo, lo confieso, soy eso que llaman españolista porque nunca nadie me ha impuesto una forma canónica de ser español. Ahí se esconde para mí el secreto poder seductor del hecho diferencial español: en que no exista tal cosa. Uno se quiere español porque se siente íntimamente unido a Cervantes, a Gracián, a Quevedo, a Larra, a Baroja, a Pla, a prójimos que le han ayudado a crecer sin encadenarlo a la gleba espiritual del terruño. De ahí la paradoja aparente: sentir como propia a esta vieja nación llamada España porque ha engendrado a lo largo de los siglos a grandes hombres que pensaron y crearon al margen y más allá de ella, cuando no contra ella. Y es que un españolista, esto es un patriota español, resulta ser justo lo contrario de un nacionalista de cualquier nación.
Para un nacionalista, es sabido, todo el mundo tiene que ser nacionalista. A sus ojos, se es nacionalista igual que se es rubio o daltónico: por imperativo genético. Así los nacionalistas catalanes, que toman por nacionalistas españoles a cuantos descreen de su fe. Pues se les antoja inconcebible que cualquier crítica a los cimientos de su nacionalismo no proceda de otro nacionalismo alternativo. A nuestros pobres separatistas les resulte extravagancia inaudita el que no todos comulguemos con el mantra de que las naciones son unidades de destino en lo universal (o en lo comarcal, como es su caso). Y, sin embargo, nuestro españolismo busca su fundamento último en no pretender imponer norma alguna de la españolidad a nadie. Un nacionalista combate por esa brumosa entelequia metafísica que llaman identidad; un patriota, en cambio, lo hace por la muy concreta idea de ciudadanía. Un nacionalista cree que lo que hace concebible a su nación es la cultura nacional; un patriota, por el contrario, puede reconocerse a sí mismo, y sin trauma mayor, en varias culturas nacionales. Porque un patriota es un nacionalista que se ha curado. ¡Larga vida a España!