Pactos

Las elecciones del 27-S ponen al descubierto la debilidad independentista. Junts pel Sí ha ganado unos comicios autonómicos, pero no alcanza el 50 por cien de votos. Además, el porcentaje de CDC y ERC –eso es Junts pel Sí con añadidos socialistas, democristianos e “independientes”- es el peor desde hace 30 años. Todo un éxito. Ganan las autonómicas, pero pierden el “plebiscito” por falta de apoyo social y político. Junts pel Sí podrá gobernar la Comunidad Autónoma de Cataluña si logra el apoyo parlamentario necesario para ello. Si no lo consigue, no quedaría más remedio que convocar nuevas elecciones. ¿El apoyo de la CUP? Quizá –después de asambleas y más asambleas para administrar o rectificar el “no” inicial a la investidura de Artur Mas- proponga alguna ocurrencia o fórmula imaginativa –presidencia coral, rotaciones, vicepresidencias ejecutivas o vaya usted a saber: ¿están los tiempos para bromas?- que permita salvar al náufrago Artur Mas. O que entronice -¿lo permitirá CDC?- a algún sucedáneo de Artur Mas. El apoyo de la CUP tendrá su contrapartida. Al parecer –hay negociaciones en marcha-, exigirían una política económica y social expansiva -¿cómo cuadrar el presupuesto?- y una agenda independentista inviable –acelerar y blindar el “proceso”, desconexión política y legal, declaración de soberanía o independencia, etapa constituyente, desobediencia e insumisión frente a la legalidad democrática vigente- que conducirá a la nada o al precipicio.

Podría ser –hipótesis- que Artur Mas fuera investido –vía abstención- por el PSC y/o Catalunya sí que es pot. Por ejemplo: a cambio de algún cargo en la Mesa del Parlament o de la moderación de los recortes sociales y de la hoja de ruta del “proceso”. La política crea extraños compañeros de cama, pero todo tiene límite. ¿Se olvidarán los escrúpulos por un plato de lentejas? Y ahí está Oriol Junqueras esperando la caída de un Artur Mas y la quiebra definitiva de una CDC que cuestionan la hegemonía nacionalista que busca ERC.