el oasis catalán
Descaro
El independentismo juega con la buena fe y los sentimientos del ciudadano
A la propaganda nacionalista en campaña –también fuera de la misma- le falta decoro. O le sobra descaro. Porque descaro es convertir por arte de birlibirloque unas elecciones autonómicas en plebiscitarias y contar escaños y no votos, convocar elecciones –¡ventajistas!- en un puente festivo en parte del área metropolitana de Barcelona, no someter a valoración la obra del gobierno nacionalista aduciendo que estamos en una situación excepcional en que se juega el ser o no ser de Cataluña, asustar al personal con una terrorífica respuesta del Estado –¡la desaparición de Cataluña!- si no gana la candidatura independentista, asegurar que una Cataluña independiente –contrariamente a lo que dicen indocumentados como Durao Barroso, Angela Merkel y David Cameron- permanecerá en la Unión Europea y la Eurozona, declarar que la independencia no comportará la salida de capitales (¡ya están saliendo!), sostener que el incumplimiento de la legalidad democrática y constitucional es la prueba del nueve de la democracia, predicar que el respeto de las competencias implica un proceso de recentralización, señalar que el Estado español nos trata como súbditos, proclamar que ni el Tribunal Constitucional ni el Gobierno de España detendrán la voluntad de los catalanes, prometer un final feliz en una Cataluña independiente en la cual –como decía el clásico- habrá un nuevo amanecer de ríos de leche y miel. La falta de decoro se percibe también en una candidatura independentista que dice ser la expresión –así, a lo bruto y tomando la parte con el todo- de Cataluña. “Cataluña soy yo”, creen los independentistas.
El descaro obedece a la necesidad de construir un relato tramposo que sugestione –más autoestima- a los convencidos y convenza -¡no os dejéis engañar por la pérfida España!- a los indecisos y sobrevenidos que ya han iniciado el camino de vuelta. El independentismo juega con la buena fe y los sentimientos del ciudadano. Jugar: tratar algo a alguien sin la consideración o el respeto que merece.