Barcelona renuncia al palco del Liceu y deja de pagarlo
La nueva comisionada de Cultura, Berta Sureda, apuesta por un modelo cultural basado en la participación y la cultura de base
Superar la «llamada Marca Barcelona», hablar de culturas –así, en plural– para dejar de hacerlo de la cultura como un objeto aislado y reivindicar su retorno social más allá del impacto económico y turístico. La nueva comisionada de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, Berta Sureda, presentó ayer las líneas maestras que han de guiar las políticas culturales de los próximo años y lo hizo apostando abiertamente por repensar y reformular el modelo cultural barcelonés.
Así, a la espera de que se concrete la reforma del Consell de Cultura de Barcelona, primer paso en este cambio de dirección, Sureda fijó como prioridades del nuevo ejecutivo municipal la participación ciudadana en la cultura, el refuerzo de la cultura de base y la aplicación de un código ético y de buenas prácticas en los equipamientos públicos para evitar la precariedad laboral. A largo plazo, apuntó Sureda, lo ideal sería que los todos los equipamientos municipales tuviesen una «forma jurídica propia» . Mientras tanto, añadió, se iniciará el proceso para que «ganen en autonomía y eficiencia de gestión».
El siempre espinoso tema de las subvenciones, al que la comisionada de Cultura prefiere referirse como «programas de financiación», también sufrirá modificaciones, aunque por el momento el margen de maniobra del nuevo consistorio es reducido. «Nuestra participación económica con los equipamientos es revisable, pero a largo plazo, a media que los contratos programa finalicen y se tengan que renovar», señaló Sureda en relación a la presencia del Ayuntamiento en entidades como el Liceu, el MACBA o elMNAC. Lo que sí que se hará efectivo de manera inmediata será la renuncia al palco que el Ayuntamiento tiene en el Liceu: el consistorio dejará de pagarlo y el teatro podrá disponer de él a conveniencia, aunque desde el gobierno municipal se espera que se pueda dedicar a fines sociales. En un principio, Sureda habló de cesión y de una compensación económica a través de los presupuestos, pero desde el Instituto de Cultura de Barcelona se matizó más tarde que se trataba, a todos los efectos, de una renuncia.
Sureda también quiso subrayar que ha llegado el momento de dejar construir nuevos equipamientos para consolidar los ya existentes y, en referencia a la explanada de los museos que se planeaba para la zona de Montjuïc, apuntó que «no pasará por delante de lo que ya existe». Pese a que el despliegue de las nuevas políticas culturales estará condicionada al un Plan de Culturas para los próximos diez años en proceso de elaboración, algunos ejemplos concretos de este cambio de rumbo serán el refuerzo de las fábricas de creación, la redefinición del papel de la Fabra i Coats como centro de arte y la fusión del recién nacido Museo de las Culturas del Mundo y el Museo Etnológico bajo una única línea argumental. «Será un museo con dos sedes», aclaró Sureda, quien destacó también como uno de los ejes fundamentales la conexión de la cultura con la educación.
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