los martes, toros
También hay una Diada taurina
Dejemos pues el TC que trabaje, y vayamos a la Cataluña real, a la que celebra sus fiestas y lo hace con tardes de toros
Si los aficionados a los toros catalanes esperaban que en estos días de turbulencia el Tribunal Constitucional dictara sentencia sobre el recurso existente contra la prohibición de las corridas de toros, esperen (ojalá que no sea sentados ni dormidos), porque parece que la cosa se mantiene encallada, aunque sigue habiendo voces que apuntan a una pronta resolución. Dejemos pues el TC que trabaje, y vayamos a la Cataluña real, a la que celebra sus fiestas y lo hace con tardes de toros. Sin complejos y hasta con banderas esteladas en las balconadas de sus plazas.
Acaban de celebrarse en la barcelonesa Cardona sus fiestas con el toro como eje principal y alcalde de ERC incluido, lo que demuestra la gran mentira política que fue la prohibición de 2010, lo que evidencia una vez más la utilización política de la Fiesta, según quién y según dónde. Lo que pone sobre la mesa la grandeza y la fuerza de cualquier manifestación en la que el toro es protagonista.
Estábamos en Cardona. Encierros, la tradicional cargolera y la exhibición de toreo. Capotes y muletas al viento, ilusiones de chavales que luchan por su sueño de ser figuras del toreo y respuesta de una población que no concibe la celebración de su fiesta mayor de otra forma.
La eliminación de las corridas de toros de Cataluña fue el resultado de una maniobra política, exactamente igual que el mantenimiento de los tradicionales correbous. Es un hecho que la Tauromaquia en cualquiera de sus aspecto sigue ocupando un sitio en el corazón de muchos catalanes, quizás no tantos como los que salieron a la calle en la Diada, pero muchos y con los mismos derechos. Aquí el toro ha sido la excusa para mirar hacia un lado o hacia otro según convenía y el movimiento antitaurino solo el brazo violento de un cultivo político que ahora nadie acierta a predecir cómo va a acabar.