punto de fuga

Franco, los trenes y Carulla

Un ciudadano libre de un país libre no tiene obligación de integrarse en nada. Intégrese usted, Carulla

josé garcía domínguez

Montserrat Carulla, veterana gloria de la escena doméstica y candidata del frente nacional en la lista del testaferro Romeva, ya ha llegado a esa edad en la que una persona puede decir en público y con absoluta impunidad cuanto en su fuero interno piensa. De ahí que Carulla acabe de mostrarse en un vídeo enseñando la secular patita supremacista de cierto catalanismo, esa que otros de su misma cuerda – con muchas menos tablas pero con muchas más luces – tanto se esfuerzan por esconder. “Franco nos envió trenes llenos de gente para diluirnos”, depuso en su día la buena señora ante un grupo de sus iguales. Depuso y depone, pues a estas horas sigue sin pedir perdón a las gentes civilizadas que compartimos ciudad y ciudadanía con ella por rebuzno tan hiriente. ¿Conocerá Carulla qué significa la voz diluir en cualquier diccionario, igual catalán que castellano? Diluir: disminuir la concentración de una disolución añadiendo disolvente. Resulta que aquí había una esencia concentrada, como la del caldo Maggi para entendernos, y Franco, irritado ante la suprema pureza de aquella perfección inmanente, metió en un tren al pobre Reyes, el de Súmate, a fin de aguar el vino sagrado de… ¿la raza?

Por lo demás, sepa Carulla que la única obligación de un ciudadano libre que decida fijar su residencia en Cataluña, en Albacete o en el Cabo de Gata es cumplir las leyes. Punto. Ese otro imperativo por usted tan cacareado, el de “integrarse”, supremo dogma de fe de todos los alguaciles del santo oficio identitario, es mandato que solo afecta a los adictos de las sectas y a las personas sin carácter ni sentido de la dignidad individual. Un ciudadano libre de un país libre no tiene obligación de integrarse en nada. Intégrese usted, Carulla. Intégrese en la ANC, en la lista del testaferro o donde más le plazca. Pero no ose exigir a nadie que emule sus pasos. Y deje de sobreactuar tanto, que ya no es tiempo.

Franco, los trenes y Carulla

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