La lista de Mas

Acaso estaríamos hablando de una novedad original si Artur Mas nos hubiera propuesto patentar la tortilla de patatas sin patatas, el fútbol sin balón, las playas sin arena, las despedidas de soltero sin borrachos o las tertulias de TV3 sin loros gubernamentales recitando el catecismo del “prusés”. Pero eso de las listas sin políticos, aquí, no deja de constituir un guiño a la más añeja tradición de la plaza. En Cataluña, es sabido, la política, y acaso con la muy notable excepción de Francesc Cambó, ha venido siendo ocupación de aficionados en los últimos cien años. Que el president prometa ahora que anda barruntando formar una candidatura a base de genuinos amateurs y diletantes no deja de constituir un pleonasmo. ¿O qué otra cosa ha hecho él mismo en su vida política toda?

Aunque no solo él, por cierto. Repárese, si no, en el perfil profesional que exhibe la muy inmensa mayoría de cuantos integran el hemiciclo del Parque de la Ciudadela. He ahí un surtido muestrario de «caps de colla», patrióticos monitores de excursionismo e incontables directivos de “oenegés” entregadas a las causas más peregrinas, desde las comprometidas con los legítimos fueros de remotas tribus del Orinoco a las volcadas en la defensa de los bosques autóctonos en Oceanía. De todo, sí, de todo hay en el Parlament. De todo, salvo juristas de prestigio profesional acreditado a lo largo de una dilatada experiencia profesional en el ámbito privado , economistas versados en las complejas interioridades del manejo de un inmenso presupuesto institucional, arquitectos y urbanistas duchos en la planificación del territorio, ingenieros conocedores de los arcanos técnicos de la gran obra pública, catedráticos de universidad volcados en el servicio a la polis, ejecutivos de empresa dotados de contrastada experiencia gestora… De eso, ni hay ni nunca ha habido. Como para que nos venga Mas con otra patriótica retahíla de aficionados bajo el brazo. Ya lo dejo dicho D’Ors, aquí, todo lo que no extradición es plagio.