punto de fuga
La soberanía (ya) no existe
La difunta soberanía del Estado-nación falleció de muerte natural bastante tiempo antes incluso de que los eurócratas de Bruselas irrumpiesen en escena para darle sepultura
Tan desolador, ni siquiera el espectáculo crepuscular griego de la última semana ha servido para que nuestros cándidos soberanistas descubran de una vez que los Reyes son los los padres, que esa fantasía tan suya, la soberanía, simplemente no existe en parte alguna. A estas alturas, se pude aspirar a recrear una nación de la Señorita Pepis, a fundar un estadito de andar por casa, pero pretender lo que Mas, Junqueras y Fernández aún llaman “soberanía” es soñar con que el viejo mundo del siglo XX pudiese resucitar de entre los muertos. Todo un imposible metafísico por muchas vueltas que le den a la noria del derecho a fantasear.
La difunta soberanía del Estado-nación falleció de muerte natural bastante tiempo antes incluso de que los eurócratas de Bruselas irrumpiesen en escena para darle sepultura. Lo pudo comprobar en propia carne Suecia tan pronto como en 1994, cuando los operadores internacionales de deuda pública iniciaron una huelga de inversiones que puso fin a su legendario Estado del Bienestar en su orillada configuración original. Dani Rodrik, un catedrático sefardí de Harvard, ha acuñado la voz “trilema” a fin de ilustrar el proceso. Los países, sostiene Rodrik, están condenados a optar entre la democracia liberal, la efectiva fusión de los mercados antes locales y la pervivencia del Estado-nación. Tres querencias hoy incompatibles entre sí. Más pronto que tarde, pues, están llamados a optar. O bien mundialización efectiva de la economía, suprimiendo los límites que la democracia parlamentaria impone a ese proceso por medio de las regulaciones nacionales. O bien mantenimiento de los poderes elegidos en las urnas con el consiguiente retorno de los mercados al mismo plano local propio de las instituciones políticas. O consolidación del ámbito transfronterizo de los actores económicos, pero afrontando al tiempo la creación de los Estados Unidos de Europa. Que alguien, por piedad, despierte a Mas. O que le explique Tsipras en qué consiste ahora eso tan bonito de la soberanía nacional