La pregunta

Discrepo de quienes dicen que la consulta que Unió plantea a la militancia no la descifra ni un hermeneuta alemán de primer nivel. A la pregunta se le entiende todo. Y ese es el problema. En primer lugar, la pregunta no habla de «independencia» y sí lo hace de «catalanismo integrador». Cosa que no gusta a un movimiento independentista que no integra a un constitucionalismo y un catalanismo moderado que rehúyen la aventura de la secesión. En segundo lugar, el problema está en los criterios de acuerdo con los cuales la militancia democristiana debe responder a la cuestión. ¿Qué criterios? Soberanía, democracia, diálogo, seguridad jurídica, Europa y cohesión.

Resumo: «sin renunciar ni poner límites a la aspiración de plena soberanía para Cataluña» -aspiración legítima-, se habla de tomar decisiones «netamente democráticas», de gestionar el proceso «desde el diálogo entre el Govern y el Estado», de garantizar la «seguridad jurídica excluyendo por tanto una eventual declaración unilateral de independencia como la apertura de un proceso constituyente al margen de la legalidad», de descartar «cualquier escenario que pueda situar Cataluña fuera de la Unión Europea» y de velar en ltodo momento «por la cohesión social y territorial». Pues bien, esos criterios -de hecho, las condiciones que Unió pone al «proceso»- molestan muy mucho al independentismo al poner en evidencia -ya sea directa o indirectamente- que la hoja de ruta secesionista prescinde de la democracia y la legalidad, no toma en consideración la seguridad jurídica, entiende el diálogo como imposición, y pone en peligro la cohesión social y la permanencia de Cataluña en la Unión Europa.

Quien critica la pregunta habla de galimatías, de cómo gestionar el «si» o el «no», de una Unió que administra el tiempo en función de su interés, de voladura controlada de CiU, de plebiscito pro Duran o contra Mas. Se admiten interpretaciones. Pero, la pregunta tiene la virtud de desvelar la cara más fea del «proceso». Por eso, irrita.