Si dieran caramelos...

El diestro catalán Serafín Marín no ha tenido la suerte de cara en esta feria de San Isidro que acaba de concluir. Ni hace nueve días frente a los toros de Baltasar Ibán ni el pasado domingo ante los miuras. Pasa una oportunidad clave en un momento clave que el de Montcada ha de tomar como una más de las durísimas lecciones que da el toreo. Los toros dan estos sinsabores, que si dieran caramelos...

Serafín Marín acudió a la corrida de Miura de hace ahora un año en Las Ventas como única tabla de salvación, hasta los nubarrones de un adiós atormentaron su cabeza y con esa firmeza hizo el paseíllo también en la tarde que ponía punto y final al San Isidro de 2013. Sin cortar orejas dejó sobre la arena venteña unos despaciosos naturales que le iluminaron el alma y le hicieron firmar el contrato de una corrida en el siempre complicado mes de agosto madrileño. Otra vez con la izquierda, con su mejor arma, sorprendió ante los toros de Antonio Bañuelos, y un pasito más, otro contrato a firmar, y en la Feria de Otoño con la corrida de Adolfo Martín. En triunfo acabó el año, le había dado la vuelta a la tortilla, era un torero ilusionado.

Hubo cambio de aires, cambio de apoderado, y todo por venir. Anunciado dos tardes por derecho propio en la feria más importante del mundo. Y ahora... La suerte no estaba para Serafín, que ha visto pasar el momento. Ha de sobreponerse, y sabe que le queda la lucha descarnada por abrirse paso, por volver a empezar, por ganarse en el ruedo los contratos uno a uno. Con un calendario vacío por delante ha de entregarse como si tuviera cogidas todas las fechas de agosto. No es tarea fácil, pero Serafín Marín, curtido a base de reveses, ha de reverdecer de nuevo, ha de ilusionar otra vez con su mano izquierda, con esos naturales de seda que tienen que servirle para seguir su camino.