barcelona al día
La chifladura nacional
El verbo respetar es uno de los derechos más consolidados de nuestra sociedad, y tanto derecho tienen a conjugarlo las víctimas como los verdugos, las minorías como las mayorías, los individuos y las masas
No hay cuestión: a la gente le das un globo y lo hincha, le das una quiniela y la rellena y, por supuesto, le das un pito y chifla. La única cuestión, en todo caso, es tener los pitos suficientes para regalárselos a la gente. Y en eso consiste la libertad a secas, en que te regalen un pito y chiflarlo. Aunque, según Xavi, el centrocampista de la batuta en el Barça y en la Selección Española durante sus grandes éxitos, la cuestión es otra: hay que valorar los porqués de esa pitada al himno y al Rey de España…, y he ahí una buena pregunta a cada uno de los chiflantes para que nos definiera y nos defendiera su libertad de chifladura.
A ver, usted, ¿qué expresó cuando soplaba el pito?, ¿su rechazo al himno, a España, a Felipe VI…? En los campos de fútbol hemos visto y oído libertades de expresión más unánimes hacia jugadores como Figo, nacionalidades como la de Mourinho o razas como la de Dani Alves, sin que por ello se nos dibuje en la cara esa sonrisa Gioconda de Artur Mas, la cual, según David González, columnista de la prensa fetén, la que no es españolista recalcitrante, fue «una muy contenida media sonrisa», una definición sólo a su alcance y al de Lewis Carroll cuando entretenía a Alicia con la conversación del Gato de Cheshire. Según el baremo de los no recalcitrantes, no sonreírse un poquito ante la masa que chifla un pito es cosa de la derecha salvaje, y la verdad es que tenía algo de gracioso ver al «joker cusquejo» relamiéndose por dentro junto a la dignidad a pie firme y firmísima de Felipe VI, que sólo le faltó acariciarle un poco el lomo al Cheshire ufano.
El verbo respetar es uno de los derechos más consolidados de nuestra sociedad, y tanto derecho tienen a conjugarlo las víctimas como los verdugos, las minorías como las mayorías, los individuos y las masas; sí, pero hasta la fecha sólo hemos aprendido a conjugarlo en su voz pasiva (ese pedir respeto con que se nos llena la boca) y ya sólo nos falta irlo conjugando por activa, y con firmeza, como Felipe VI. En fin, yo me sumo a los que opinan que la chifladura no fue una expresión de odio que deba penalizar el Comité Antiviolencia; creo más bien que fue la expresión de que en nuestro país, y me refiero a España, no cabe un tonto más.