el mentidero

Pujol expía su traición en un almuerzo de lujo

Elegir un restaurante de lujo para mostrar arrepentimiento por haber cometido fraude fiscal «solo o en compañía de otros» resulta decadente y obsceno

maría jesús cañizares

Cuando, hace unos meses, un diputado de ICV preguntó a la esposa de Jordi Pujol si se consideraba buena cristiana, el público asistente a la comisión de investigación sobre el fraude fiscal se sintió incómodo. El comentario invadía la esfera de lo personal e invitaba a que alguien en la sesión parlamentaria exclamara un «¡protesto!» al más puro estilo de las películas judiciales norteamericanas. Pero ahora creo que esa referencia a las creencias religiosas del matrimonio Pujol-Ferrusola tienen un importante calado, pues me comentan que el expresidente de la Generalitat se ha reunido con empresarios en un restaurante de la zona alta de Barcelona, muy posiblemente el Via Veneto, para pedir perdón por esa cuenta bancaria oculta en Andorra durante tres décadas de abultados y turbios ingresos. Es posible que aquel diputado ecosocialista aludiera, no tanto a la fe católica, sino al sentimiento de culpa que los hechos hayan podido generar en los patriarcas del clan Pujol.

Elegir un restaurante de lujo para mostrar arrepentimiento por haber cometido fraude fiscal «solo o en compañía de otros» resulta decadente y obsceno. «Si tuviese que elegir entre traicionar a mi país o a mis amigos, esperaría tener las agallas para traicionar a mi país», dijo en una ocasión el escritor británico E. M. Forster. Pero el exmandatario catalán ha traicionado tanto a su país como a sus amigos, aquéllos que pagaron comisiones por obra pública -lo cual es otra forma de traición- y que muy posiblemente asistieron a ese almuerzo.

Ello le pesa en la conciencia al veterano nacionalista, como debería pesar a Convergència, ERC, ICV y CUP el «escrache» que, hace unos días, protagonizaron en el colegio de Mataró (Barcelona) donde una familia ha pedido la escolarización bilingüe de su hijo. Lo más dramático es que padres y profesores secundaron esa protesta para escarnio del menor afectado y de una sociedad catalana que no entiende de discriminación lingüística. Una sociedad en la que hay personas que hablan, piensan, escriben, sueñan, aman y disfrutan en castellano. Negarlo también implica traicionar amigos y país. A no ser que se tenga un concepto de país muy excluyente.

Pujol expía su traición en un almuerzo de lujo

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