los martes, toros

En el exilio

En esta temporada se fueron a Castellón en marzo y el pasado sábado a la plaza de Zaragoza para dar apoyo incondicional al diestro catalán Serafín Marín

ángel gonzález abad

Andan los aficionados catalanes de aquí para allá buscando cómo dar rienda suelta a su pasión, que no es fácil querer seguir viendo toros cuando te han robado lo más preciado: la libertad para acudir a una plaza. Se equivocó de plano quien pensó que con la abolición política de las corridas del último bastión, La Monumental de Barcelona, la Fiesta iba a quedar enterrada por los siglos de los siglos. Y erró porque la afición a los toros no es cosa de quitar y poner al gusto de los resultados de unas u otras elecciones. La afición nace del sentimiento íntimo de cada uno y eso no esta en juego ni, mucho menos, en venta.

Por eso los actos taurinos, los coloquios, los homenajes, las conferencias, las galas festivas... siguen jalonando toda la geografía catalana gracias a las numerosas entidades y peñas taurinas que mantienen intacta su pasión y su ilusión por la Fiesta. No es fácil, pero siguen vivos, y además quieren vivir de cerca el toreo. Y es por eso que los aficionados catalanes son recibidos con cariño y solidaridad allí donde acuden.

En esta temporada se fueron a Castellón en marzo y el pasado sábado a la plaza de Zaragoza para dar apoyo incondicional al diestro catalán Serafín Marín. Allí, en el mismo lugar que hace unos años los entusiastas de la Unión de Taurinos y Aficionados de Cataluña lanzaron su primer «¡Desperta ferro!», volvieron a clamar libertad, la libertad perdida. Y allí su grito fue secundado por los aficionados zaragozanos que siempre los han acogido con entrañable sinceridad.

Serafín Marín tuvo pocas opciones con los toros que le tocaron en suerte en la corrida concurso que cerraba la Feria de San Jorge, pero aún así se llevó el trofeo al mejor lidiador de la tarde. La jornada en el exilio no tuvo pues el remate final del triunfo en el ruedo, pero en el tendido se dio un nuevo paso adelante, pues estos aficionados en la resistencia tienen muy claro que para atrás, ni para tomar impulso.

En el exilio

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