barcelona al día
Dignamente laborable y hermosamente festivo
Todo lo que tiene este magnífico día de integración, unificación y reunión es lo que convierte la fiesta de Sant Jordi en especial y tan alejada de otras que buscan justo lo contrario
No deja de ser sorprendente, y quizá el rasgo más notable de singularidad catalana, que su fiesta más popular, el día más risueño, amable y hermoso de todo el año, se celebre sin que pierda por ello su esencia de laborable. Una combinación extraña y profundamente digna de día de fiesta y de trabajo. Y que además sea visto con respeto, envidia sana y con una cierta vocación mimética por el resto de los pueblos. No es fácil que un solo catalán, ni siquiera cualquier visitante de la ciudad, se quede fuera (se vea excluido) de la propuesta esencial y sencilla de Sant Jordi: mirar, elegir, comprar, regalar, recibir… libros y flores. Y todo lo que tiene este magnífico día de integración, unificación y reunión es lo que convierte la fiesta en especial y tan alejada de otras que buscan justo lo contrario, dejarse a catalanes fuera (no hablemos ya de la gente de paso) y meter en un redil con la marca, el distintivo, la etiqueta, a los que sí pueden participar de la fiesta: aquí los de la marca, allá los del estigma.
En el día de Sant Jordi se venden libros y rosas, y su inmejorable consecuencia: se compran más libros y rosas que durante todo el año. Y en otras fechas catalanas subrayadas en rojo, lo que se vende es humo, lo cual también tiene su consecuencia: se compra humo a mansalva, y últimamente negruzco, para todo el resto del año.
La más hermosa fiesta catalana, la mejor vivida dentro y la mejor mirada fuera, tiene uno de sus orígenes curiosamente en el homenaje a William Shakespeare y a Miguel de Cervantes, que murieron en esta fecha, el mismo año (1616) y con sólo unas horas de diferencia. Es el día del libro y tradicionalmente el día de la rosa, y también día de San Jorge, patrón de medio mundo (lo es, por ejemplo, de Santurce, o de Etiopía, de Inglaterra, de Cáceres, de Portugal…). Nadie tiene a San Jorge, o Sant Jordi, en propiedad, y por ese motivo es aún más meritorio que Cataluña lo haya hecho tan suyo, y sea capaz de convertir en la mejor fiesta un día tan laborable, tan integrador, tan hermoso y digno. El mérito de conservar la rosa muy, muy alejada del puño.