tribuna abierta

Juego de cromos

Mucho me temo que en la «nueva política» hay mucho de posmoderno y líquido. Y en la «vieja política» mucha resistencia

jordi del río

Deduzco que una de las principales características de la autodenominada «nueva política» es el dominio de las estrategias de comunicación, el valor de la marca, la búsqueda de un espacio comunicativo que configure un relato y toda una sarta de majaderías similares que las acompañarían. Como tal vez nos reprendería ahora Hannah Arendt, la nueva política, como la viejuna, debería continuar teniendo como principal característica, la que seguramente sea la actividad más antigua del ser humano: la acción política. Y no la prepotencia moral y retórica.

Esta semana, hemos visto como una marca bien definida, bien trabada mediáticamente, con un seductor relato retórico detrás, que no programático, jibarizaba la política a través de un gesto tan estúpido como superficial. Pablo Iglesias, un antisistema, educado en las buenas costumbres burguesas, regalaba una temporada de la TV movie Juego de Tronos al monarca español. ¿Se imaginan que yo ahora empezara a valorar la situación de dominio e imperialismo cultural de las majors norteamericanas? ¿Que empezara a hablar de Time Warner, propietario de la cadena HBO, y de su CEO, Richard D. Parsons, republicano, amigo de los Rockefeller y una de las grandes fortunas norteamericanas? ¿O de Adorno y Umberto Eco? ¿De apocalíticos e integrados?

No caeré en el oportunismo, yo tengo poco espacio y me escuchan y leen pocos. Y es que, discúlpenme el patético recurso wikipédico, como sentenciaba Montaigne «La parole es moitié à celui qui parla, moitié à celui qui écoute» . En el caso de algunos el discurso parece ser totalidad del que habla y emitido para vencer, no para convencer. Y es que para el que escucha, mira, ve y observa, su inteligencia y bagaje cultural parece no ser tenido en cuenta.

Ni todo lo nuevo es moderno, ni todo lo viejuno aporta enriquecedoras experiencias. Mucho me temo, que en la «nueva política» hay mucho de posmoderno y líquido. Y en la «vieja política» mucha resistencia. Haber visto estos días arrastrándose por los platós de televisión a Felipe González en su particular tour excusatio non petita acusatio manifesta ha dolido a muchos. Ser consciente de la ineptitud de un aspirante a La Moncloa a la hora de apretar un simple botón en el Congreso ante una votación crucial desde posicionamientos progresistas, duele aún más. Utilizar una coleta como si fuera el bastón de Chaplin, resulta herético. Ver a Rato roto agachando la cabeza para entrar en un coche policial, demoledor.

Empiezo a estar convencido que sólo el voto obligatorio ayudaría a consolidar nuestra democracia y a desenmascarar a unos cuantos oportunistas. Viejunos y posmodernos.

Jordi del Río es periodista.

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