tribuna abierta

Milenarismo secesionista

El relato nacionalista –dogmático per se-, puesto en forma de acción y programa político, genera una especie de escaleta con la que mantener vivo el ánimo secesionismo

josé rosiñol

Los catalanes vivimos sometidos a una narración política en la que cada poco tiempo tenemos algún acontecimiento (real o ficticio) que es tachado de “histórico”. Naturalmente, este empacho historicista solo se mantiene gracias a la maquinaria de propaganda y manipulación en forma de onerosos medios de comunicación públicos y otros bien subvencionados medios privados, pero su sentido no es otro que mantener tensionados a todos aquellos que –inocentemente- se han creído un relato que no solo no es posible, sino que es cualquier cosa menos deseable.

La estructura teleológica que subyace a esta especie de vodevil político hace necesario inventar hitos y metas con los que concentrar la atención del público objetivo secesionista. Vemos que ello no únicamente se logra con tergiversaciones históricas, con la invención de chivos expiatorios, victimismo de toda índole y con insuflar un espíritu revanchista contra una afrenta inexistente, no; estamos obligados a sufrir una pautada lógica de episodios más o menos cercanos en el tiempo sobre los que proyectar esa “ilusión” diseñada para engañar a una parte de la población.

El relato nacionalista –dogmático per se-, puesto en forma de acción y programa político, genera una especie de escaleta con la que mantener vivo el ánimo secesionismo. Si nos damos cuenta, cada cierto nos venden el momento, se acerca el feliz desenlace, nos hacen creer (bueno, les hacen creer) que el advenimiento está cerca, lo tenemos en la punta de los dedos, que esa fatalidad histórica, esa necesidad atemporal denominada nación (catalana) cumplirá su destino: segregarse del resto de España y dividir Cataluña entre buenos y malos catalanes.

Esta tendencia al milenarismo es una faceta más de la irracionalidad dogmática que padece el nacionalismo, donde habría que ver ciudadanos y libertades, ellos ven “espíritus de los pueblos” y “derechos de las naciones”; donde tendríamos que defender las lenguas como vehículo de entendimiento, ellos se aferran a un esencialismo más que peligroso y antidemocrático. Parece que para los defensores del milenarismo secesionista, por encima de los derechos y libertades individuales, están los proyectos colectivizadores y totalizantes.

José Rosiñol es vicepresidente segundo de Sociedad Civil Catalana

Milenarismo secesionista

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