Las curvas de la Diagonal

Arquitectos y urbanistas polemizan sobre el sentido y el resultado de la reforma de la Diagonal de Barcelona

Las curvas de la Diagonal inés baucells

j. t. almenar

En cada ciudad cada calle tiene una historia y contiene mil historias, hechas de pedazos de vidas de sus vecinos y transeúntes, tanto como de alcorques y marquesinas, plantas bajas y subsuelos. Monumentos, rincones y avatares recogidos por críticos de arte detallistas y exhaustivos, como es el caso de Alexandre Cirici. Su libro «Barcelona pam a pam», cuarenta años después, fue ampliado por Itziar González (Editorial Comanegra). O por escritores de curiosidad voraz y perspicaz, como el polipoeta Xavier Theros. «Barcelona a cau d’orella» (Comanegra y Ajuntament de Barcelona) es un cofre caótico y maravilloso de vivencias y secretos. Esas historias callejeras, entre muchos otros actores , también las hacen y protagonizan los políticos y los técnicos municipales, claro está.

Ahora se cumplen cinco años de aquella consulta ciudadana que se convirtió en la peor de las pesadillas del exalcalde Jordi Hereu y, carambola, de su teniente de alcalde Carles Martí. En gran medida gracias a ese error de cálculo sobre una consulta que «nunca se tendría que haber celebrado» (Martí dixit), Xavier Trias aprovechó el desgaste del contrincante y ganó la alcaldía. Ahora, además, el alcalde ha querido hacer de la reforma de la Diagonal la obra emblemática de su mandato.

El día 22 de marzo pasado se celebró el primer «Diumenge dels vianants» en ese tramo renovado de la Diagonal, entre Passeig de Gràcia y Francesc Macià. Unas jornadas que hasta finales de abril cierran al tránsito los carriles laterales y distribuyen en las áreas peatonalizadas una serie de tumbonas, zonas deportivas y lúdicas, de lectura o musicales. Se trata de dar vidilla y visibilizar la obra, con tal de conseguir fotos como la que el 23 de marzo encabezaba la sección de Vivir de «La Vanguardia»: una abuelita echando una cabezadita en una de las tumbonas, hibridación perfecta entre la escena «hipster» de Times Square y las Teresines. Satisfacción ciudadana, colorido y calma, la ciudad de las personas... de nuevo las imágenes del «realismo socialista» ochentero pasadas por el «camp» local.

«Algunos han visto demasiadas películas », ironizó sobre esa fiesta peatonal el arquitecto Daniel Mòdol, fichaje de Collboni para Urbanismo (El Periódico, 1 de abril de 2015). Por su parte el alcalde convergente, lejos de amilanarse por las quejas de unos y de otros, o por el sobrecoste de esta primera fase de la obra (4 millones de desvío, de un total de 16), anunciaba ese mismo domingo la nueva fase de reforma hasta llegar a Las Glorias. Envalentonado, afirmaba: «Debemos meter en la cabeza de la gente que no pararemos: debemos ser capaces de adjudicar esto antes de que acabe el año» (Ara, 22 de marzo de 2015).

Trias tira millas, nunca mejor dicho. Ni hablar de consultas, ni hablar de conectar el Trambaix y el Trambesòs. El arquitecto Jordi Badia, del estudio BAAS, recordó en un artículo anterior a la reciente reforma la importancia de la «verdadera columna vertebral que estructura Barcelona y que ahora, con lo que nos ha costado, corre el peligro de cortarse de nuevo» («Ara», 14 de abril de 2014). Se refería al resultado del concurso para las nuevas Glorias, que supondrían una interrupción de la Diagonal, pero también a la importancia de unir la ciudad a lo largo del eje urbano de la Diagonal mediante el tranvía.

Otra defensora de la continuidad de la Diagonal, y aún más, de potenciarla como conector metropolitano, ha sido desde hace años la urbanista Maria Rubert. En su caso, ha defendido incluso la implantación del metro (recordando cómo se planteó la cuestión en las décadas de 1960 y 1970), o como mal menor de un Bus Exprés que fuera «desde Espluguess hasta el mar» («El Periódico», 21 de abril de 2010).

Pavimento resbaladizo

Si el pavimento ha sido desde el primer momento un tema resbaladizo, otros aspectos proyectuales polémicos han ido asomando por páginas de periódicos y suplementos a medida que las obras avanzaban. Xavier Monteys criticó el diseño banal de las farolas, que consideraba «más idóneo para un polígono industrial que para la Diagonal» (Quadern de «El País», 26 de febrero de 2015), y resaltaba por encima de todo «una cosa buena»: la nueva perspectiva que se tiene ahora de las fachadas de la Avenida, desde las aceras ampliadas.

Las críticas más feroces al proyecto ya vinieron de parte de algunas asociaciones de vecinos, que habían denunciado el carácter «elitista» y no consensuado de la solución, como también preveían los problemas de movilidad que ésta conllevaría, como los giros del transporte rodado, la anchura insuficiente para el carril bus y sus plataformas, la inseguridad para los ciclistas... (boletín online de la FAVB, 9 de abril del 2014). En esta línea crítica, Josep Maria Montaner daba contenido económico y social a su análisis urbanístico: la reforma es según el arquitecto un «proceso de creación de plusvalías que se intenta coronar con el alto incremento de volumen del nuevo hotel de lujo en la sede del Deutsche Bank, previamente derribado» («El País», 27 de febrero de 2015). ¿Se habrá enterado de todo esto la abuelita de la tumbona?

Las curvas de la Diagonal

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