Los artículos más ácidos de Néstor Luján
Jordi Amat y Agustí Pons seleccionan sus textos de Destino y un dietario de 1947 en «La Barcelona dels tramvies»
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Año 1947, 18 de marzo. Ignacio Agustí, José Vergés y Néstor Lujan visitan a José Pardo, el jefe de censura que los ha citado para justificar la prohibición de tocar la crítica municipal. Pardo no se anda con rodeos, cuando se dirige a Agustí: «Estamos en un estado sectario, con una prensa sectaria dirigida por un hombre sectario que, mi querido Ignacio, soy yo».
Entre 1946 y 1951 -cuando la huelga de tranvías-, Luján publica doce piezas de tono acerbo: «El señor teniente de alcalde de Circulación de nuestra ciudad es además vicepresidente del Consejo de Administración de la Compañía de Tranvías y el servicio de tranvías es pésimo. O sea que debe inferirse que es más vicepresidente que teniente de alcalde de Circulación», escribe el 5 de octubre de 1946.
En «La Barcelona dels tramvies» (Meteora), Jordi Amat y Agustí Pons rescatan esos artículos, que completan las necrológicas sobre personajes de la cultura y un dietario aliñado con descarnados retratos. Luján califica a Martín de Riquer de «energúmeno lleno de mala sangre, oportunista, ramplón y sinvergüenza». El mecenas Félix Millet es «un hombre corto, con el dinero crecido de una manera tropical en las manos, muy enredado con los frailes, que son gente apegada al oro bajo todas sus formas». Sagarra, «un hombre de vanidades», al igual que Riba: «Vanidoso intelectual, con bilis, envidia y un humor correoso». La cara de Carmen Laforet, a la que conoció en la universidad, le parece «un seso de carnero hervido» y sus ideas «pueriles, de un entusiasmo provinciano».
Cuando el catalanismo se alía con la Virgen de Montserrat, el juicio de Luján es demoledor: «Hacer un país tópico, una religión tópica, un teatro tópico, una religión tópica es hacer la gansada más monumental de la historia. Estas gentes viven en el siglo de la Marieta cistellera. Aquí no hay 'Morenetas' que valgan: se trata de vivir dignamente dentro de la península y de nada más». Con la alianza entre religión y senyera, concluye, «se ha tocado la primera tecla del piano de la Cataluña cautiva: la Moreneta y Montserrat». Setenta años después, seguimos así. A diferencia de otras opiniones, más discutibles, aquí Luján acertó.