el oasis catalán

Voluntad

La colaboración entre la Generalitat y el Estado -la complementariedad, incluso- es posible si la institución catalana acepta las reglas de juego democráticamente establecidas

miquel porta perales

La tragedia aérea del vuelo de Germanwings ha eclipsado el eco mediático del «proceso». Ha eclipsado -incluso- el artículo de un Artur Mas que en Libération -título del escrito: Por una Cataluña libre y europea- se despachaba a gusto con la pesada y cargante historia de siempre: que si el secesionismo catalán no quiere crear fronteras, que si países más pequeños y menos desarrollados que Cataluña forman parte de la Unión Europea, que si un Estado catalán soberano sería un socio fiable y leal de la Unión Europea, que si las elecciones del 27-S tendrán carácter plebiscitario y -si el nacionalismo catalán se impone en las urnas- otorgarán un mandato democrático para convocar el referéndum que España impide, que si la Generalitat está creando las estructuras de Estado para la transición nacional, que si el Tribunal Supremo español ha perdido el papel de árbitro imparcial transformándose en un órgano más político que judicial, que si -traca final- nada detendrá la voluntad del pueblo catalán para decidir libremente y democráticamente su futuro político. El artículo de Artur Mas -al coincidir con la tragedia aérea- no ha tenido la resonancia «nacional» ni internacional que buscaba. La repercusión ha sido mínima. Prácticamente, inexistente. Aunque, hay que reconocer que el President ha marcado perfil -la Generalitat organiza un buen operativo de crisis y Artur Mas aparece en la instantánea- gracias a la rápida reacción del gobierno autonómico frente a la catástrofe.

En cualquier caso, la tragedia del vuelo de Germanwings -más allá de las especulaciones sobre qué ocurrió y por qué y cuál es el papel de los medios en un asunto de tan profundo calado- ha puesto de manifiesto una cosa que sí tiene que ver con el dichoso y tedioso «proceso». Sintetizo: la colaboración entre la Generalitat y el Estado -la complementariedad, incluso- es posible si la institución catalana acepta las reglas de juego democráticamente establecidas. En definitiva, una cuestión de lealtad y voluntad políticas.

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