El esplendor modernista de la casa Amatller devuelve a Barcelona a 1900

La obra de Puig i Cadafalch abre al público tras dos años de rehabilitación y hace visitables todas las casas de la Manzana de la Discordia

El esplendor modernista de la casa Amatller devuelve a Barcelona a 1900 inés baucells

david morán

Fue la primera prueba de fuego para la rigidez rectilínea de la Barcelona del siglo XIX, el pistoletazo de salida a un asalto artístico que llevaría a Puig i Cadafalch, Domènech i Montaner y Gaudí, los tres tenores del modernismo barcelonés, a concentrar en unos pocos metros una riqueza arquitectónica sin par. Un derroche de ingenio conocido entre los barceloneses como la Manzana de la Discordia, en alusión a la disputa de tres diosas por conseguir los favores de Paris, que inauguró Josep Puig i Cadafalch en 1900 al transformar la vivienda del industrial chocolatero Antoni Amatller en uno de los iconos de la ciudad.

Proyectada antes que otros edificios emblemáticos como la Casa Batlló, el Hospital de Sant Pau o la casa Lleó i Morera, la casa Amatller fue la primera en cambiar la fisionomía del centro de Barcelona y es ahora la última en abrirse al público, restaurada y rehabilitada tras casi dos años de obras, para volver a 1900 y erigirse en centro cultural del modernismo. «Queremos explicar que el modernismo fue posible gracias a una burguesía que tenía dinero, sí, pero también otras inquietudes», subraya Santiago Alcolea, director de la Fundación Instituto Amatller de Arte Hispánico y cicerone durante una vista a la planta noble del edificio, la que ahora se abre al público, en la que mobiliario, mosaicos, vitrales emplomados, esculturas alegóricas, paneles y lámparas trazan un recorrido por el modernismo a través de sus oficios y recuperan las estancias en las que vivió Antoni Amatller hasta 1910.

Para devolver la vivienda al estado que tenía a principios del siglo XX, cuando Amatller compartía techo con su hija Teresa, han hecho falta casi 5 millones de euros sufragados por la Fundación Montemadrid, el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat y la Fundación Amatller. También ha sido necesario revertir buena parte de las modificaciones que la hija realizó hasta 1960 –solo se mantiene un vestidor proyectado por Josep Gudiol Ricart en 1934-, recuperar espacios ocupados por el Instituto de Arte Hispánico y, finalmente, restaurar –o, según el caso, replicar- el mobiliario original ideado por Gaspar Homar y los hermanos Salat. «Las réplicas eran necesarias para completar la museografía», apunta Alcolea al tiempo que destaca que buena parte del éxito de la restauración se basa en la gran cantidad de información histórica, «fotografías antiguas, documentación de Puig Cadafalch y planos del edificio» que se conservan de la época.

Ahora, siguiendo los pasos de la casa Lleó i Morera, visitable dese el año pasado, la casa Amatller se suma al itinerario cultural de la ciudad y completa un tramo central del modernismo, esos pocos metros de Paseo de Gracia comprendidos entre las calles Aragón y Consell de Cent, que va camino de convertirse en uno de los rincones más fotografiados de la ciudad. Las visitas, eso sí, estarán restringidas a grupos de una docena de personas e incluyen prohibiciones como los tacones de aguja o los palos de «selfie». «Estamos hablando de un entorno muy frágil. La casa Amatller no puede soportar el volumen de visitantes de la casa Batlló. Tampoco somos Gaudí, que tira mucho, pero tenemos un contenido muy sustancioso», concluye Aldecoa.

El esplendor modernista de la casa Amatller devuelve a Barcelona a 1900

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación