Cataluña en Castellón

El pasado domingo se celebró en Castellón una manifestación en defensa de la Fiesta que por el gran número de aficionados que congregó y por el impacto social que ha tenido, se ha convertido en un gran grito de libertad contra el fanatismo y el animalismo de salón con que se ataca a los Toros, que pese a todo sigue siendo el segundo espectáculo de masas de este país y que, sin entrar en otras consideraciones socioeconómicas, solo por la venta de entradas a las plazas genera más IVA que el cine español.

Pero volvamos a la mañana del domingo en la capital de La Plana. Riadas de aficionados llenaron los tendidos de su plaza de toros como en los días de grandes carteles, y eso que las figuras del toreo brillaron por su ausencia. Y en las calles de Castellón y en su coso taurino estuvieron muchos aficionados catalanes que no quisieron dejar pasar la oportunidad de seguir en la lucha por mantener viva su pasión. Si a la manifestación acudieron gentes de muchos lugares de España, la presencia de catalanes de todas las edades fue algo más que un gesto de solidaridad, porque hace falta valor -valor, sí- para volver a salir a la calle reclamando libertad, libertad para seguir acudiendo a una plaza de toros, cuando en sus carnes han sufrido precisamente esa libertad cercenada. Una libertad rota no por los argumentos de los defensores de los animales, no; sino por una absurda batalla política.

La manifestación de Castellón fue una marcha de los aficionados, de los que pagan y hacen posible que la Fiesta siga viva. Con ellos estuvo uno de los ganaderos preferidos por esa afición, Victorino Martín; con ellos un puñado de matadores de toros, algún empresario... Faltaron muchos, precisamente quienes viven directamente de la asistencia de esos miles de aficionados a las plazas. Quiero creer que de una vez por todas se habrán dado cuenta de que la unidad supone una fuerza imparable, de que la Fiesta hay que defenderla por todos y para todos; y de eso dieron buen ejemplo los aficionados catalanes.