punto de fuga

Los últimos de Filipinas

Si bien se mira, lo en verdad insólito es que todavía un 17% de los catalanes se siga tomando en serio el «proceso»

josé garcía domínguez

Si bien se mira, lo en verdad insólito es que todavía un 17% de los catalanes se siga tomando en serio el “proceso”. Aunque eso es lo que parece desprenderse de la cata demoscópica encargada por la televisión del Grupo Godó, encuesta en la que se interrogó a las gentes del común sobre la posibilidad real de que Cataluña fuese independiente allá por 2020. Yo no sé cuántos serán en total los catalanes que creen en los marcianos, en las propiedades curativas de las flores de Bach, en las predicciones del vidente Rappel o en las promesas de fidelidad conyugal de Olvido Hormigos, pero me cuesta imaginar que alcancen proporción semejante. En su condición de extravagancia estadística, esos últimos de Filipinas, el 17% de inasequibles al desaliento, vienen a demostrar que si a algo se pareció el catalanismo místico alumbrado por Jordi Pujol entre los muros de la Abadía de Montserrat cuando el tardofranquismo, ese algo no era otra cosa más que una religión laica. De ahí que, contra toda evidencia empírica, aún porcentaje tan notable de la feligresía continúe creyendo con la fe del carbonero en la buena nueva secesionista.

“Cuando falla la profecía”, de Leon Festinger, un clásico de la psicología social, nos revela cómo acostumbran a reaccionar los fieles de algún credo después de constatarse falsos los enunciados de su iglesia. Por lo común, y contra lo que sugeriría la intuición, dan en intensificar el fervor en la causa aún con mucha más devoción que antes de producirse el fiasco. Es fama, por ejemplo, que los Testigos de Jehová se aferraron con fe renovada a los dogmas de la secta tras comprobarse errónea la fecha prevista por su fundador para que se produjera el fin del mundo. El mundo no se acabó, pero su mundo tampoco. Así Mas y su compañero de viaje a Ítaca, el sentimental Junqueras, tras el fracaso del 9-N. Disonancia cognitiva lo llaman los terapeutas. Pero celebremos que el 83% ya ha sanado.

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