punto de fuga
El juez Vidal
En el fondo, el gran problema de España reside en que nadie sabe estar en su sitio
En el fondo, el gran problema de España reside en que nadie sabe estar en su sitio. Así, los cantantes y actores gustan de perorar sobre los arduos entresijos de la política económica, cuando no de los más enrevesados laberintos diplomáticos propios las relaciones internacionales, antes que limitarse a hablar de lo suyo, que es de lo que saben. Por su parte, los periodistas, cansados ya del muy modesto y aburrido quehacer de contar noticias con algún rigor, prefieren ejercer de hombres de Estado en esas tertulias audiovisuales donde, entre berridos e insultos, se imparte magisterio sobre cualquier asunto a los gobernantes del mundo entero. A su vez, los políticos, sin duda ansiosos de alcanzar también ellos la popularidad de los todólogos, conceden rebajar su discurso al nivel de los charlatanes más eficaces ante las cámaras y los micrófonos. “Qué bien comunica Fulano”, se dice con admiración del representante público que mejor sepa emular esas simplezas demagógicas que hacer furor en los llamados “debates” de la tele.
¿A qué extrañarnos, pues, de que tantos jueces prefieran postularse como estrellitas de los telediarios y los platós de rodaje antes que perder el tiempo resolviendo tediosos procesos leguleyos en sus despachos y salas? Sin ir más lejos, he ahí el togado Santiago Vidal, quien, por lo visto, ocupa sus numerosos ratos de ocio en redactar de su puño y letra la Constitución de la República Catalana. Muy sesudas cavilaciones constituyentes, las del voluntarioso Vidal, que, entre otras notas de color, habrían dado lugar a una novedad mundial en el Derecho Político, a saber, la prohibición absoluta de que el partido que obtenga la mayoría absoluta pueda gobernar por mayoría absoluta. Y ello, huelga decirlo, en nombre del respeto a los principios de la democracia. En fin, ya lo dijo Larra, aquí, todo el año es Carnaval. La definitiva institucionalización del friquismo. A la postre, único legado intelectual que nos va a dejar este esperpento cotidiano, el del dichoso “proceso”.