el oasis catalán
Humor
El nacionalismo catalán vive en un mundo paralelo. Mientras tanto, Artur Mas no declara en la comisión de investigación sobre la corrupción y sigue sin gobernar. Objetivo cumplido. Otro año perdido
Hay una característica del nacionalismo catalán que no ha sido suficientemente ponderada. Hablo de un sentido del humor -absurdo o superrealista- que frecuenta lo disparatado. Un sentido del humor que, además de levantar acta del desatino, tiene la virtud de poner en evidencia a los actores que lo representan y propagan. Merece la pena detenerse en ello.
Sabido es que Artur Mas anticipa las elecciones autonómicas para prorrogar su carrera política y evitar el colapso del “proceso”. En definitiva, los problemas del soberanismo son muchos y los números –el apoyo al “proceso”- no salen. Cuando la ficción independentista cuelga de un hilo, ¿cómo reacciona el nacionalismo catalán? Con la redacción y puesta en marcha de una hoja de ruta que contempla que Cataluña sea un “sujeto político y jurídico soberano” que devenga un “nuevo Estado o República catalana”. Resumo: se elaborará una Constitución catalana, así como unas estructuras de Estado (hacienda, seguridad social, energía sanidad o seguridad: ¿quién paga la juerga?), para “el nuevo país en construcción”. Y todo eso antes de celebrarse las elecciones autonómicas de septiembre. Nadie sabe qué dirán las urnas, pero al nacionalismo catalán le da igual: adelante con la Constitución catalana y las estructuras de Estado de la Cataluña independiente que han de funcionar antes de que abran los colegios electorales. ¡Cabe mayor sentido del humor! Y por si fuera poco, la ruta soberanista prevé la celebración –happening modelo 1950 y 1960- del “ejercicio sistemático de actos de soberanía” que afirmen la ruptura con España.
Toda esta simulación y entretenimiento político concluye con la proclamación, por la brava si España no cede, del Estado catalán. “Reír para no llorar”, sentencia un clásico del estudio del humor como Joseph Klatzmann. El nacionalismo catalán vive en un mundo paralelo. Mientras tanto, Artur Mas no declara en la comisión de investigación sobre la corrupción y sigue sin gobernar. Objetivo cumplido. Otro año perdido.