barcelona al día
La Hacienda propia, o el crujido final
No sé si esa ambición masjunqueresca de organizar estructuras de Estado no será más bien organizar hechuras de Estado
Es oír lo de la Hacienda propia de Artur Mas y se me abre la vena lingüística: me pongo a conjugar el verbo crujir en condicional (crujirían), en imperativo (crujan) y hasta en futuro de subjuntivo (crujieren)…, por lo pronto, el crujido lo escuchan con amplificador los del Fondo de Liquidez Autonómico (FLA), a los que Artur Mas les pide otros diez mil millones de euros para ir tirando este año, y para poder cantar con el soniquete de un niño de San Ildefonso eso de que “Cataluña se puede pagar su nuevo Estado”… ¡diez mil millones de euros!...
Pero, volviendo al verbo crujir, que no hace falta irse a su subjuntivo, pues vale el presente de indicativo: los catalanes pagan contentos, o al menos resignados, más impuestos por su Renta, por transmisiones patrimoniales, por sanidad, por sucesiones, donaciones y etcéteras, todos ellos dependientes de la Generalitat (o sea, tramos autonómicos), y no hablaremos de los tramos municipales… Y es en ese mismo instante cuando la amenaza de la Hacienda propia emite un sonido sospechoso que suena a algo así como prepárate ciudadano del nuevo Estado que llego con el cascanueces.
No sé si esa ambición masjunqueresca de organizar estructuras de Estado no será más bien organizar hechuras de Estado, pues manejan con un poderío al que sólo se atreven los Estados en quiebra y en inminente intervención. Del FLA ya han levantado algo más de cuarenta mil millones contando el filantrópico plan de pago a proveedores, y en tal plan no sé si entran personajes como el “embajador” Amadeu Altafaj, que cobra 76.000 euros al año por proveer de sentido los planes europeístas de Artur Mas, también con cantos como de niño de San Ildefonso: “Cataluña está en la agenda internacional… setenta y seis miiiil euros”.
En fin, que los del Estado de buena esperanza nos dicen que van a construir en él un chalé, pero sin mercado europeo, sin Eurozona, sin créditos a coste cero, sin ayudas y programas, sin garantías de los depósitos bancarios, con las grandes empresas de puntillas hacia fuera…, harto que pudieran construir una chabola con techo de uralita, y para lo cual, además, la bendita Hacienda propia tendría que ponernos cabeza abajo para coger hasta la moneda suelta de nuestros bolsillos. Líbrenos el Señor de los merluzos, que a los listos se los ve llegar.