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Tremendismo feliz

joan carles valero

Las emociones tienen un peso determinante en el éxito profesional y en el disfrute de nuestra vida cotidiana. Los factores que influyen en vivir una vida plena, en saborear el día a día y obtener logros dependen de nuestro estado de ánimo, de cómo enfocamos los retos, de las relaciones que mantenemos con otras personas, del uso que hacemos de nuestro potencial creativo y de la capacidad para disfrutar del trabajo que hacemos. En definitiva, nuestra vida interior determina la exterior.

Pese al consenso de que para ser felices necesitamos reducir a cero nuestro sufrimiento, los emprendedores suelen ser personas aparentemente más felices porque afrontan cada día nuevas amenazas. El presidente de la Asociación Independiente de Jóvenes Empresarios de Cataluña (AIJEC), Marc Bonavia, lo ha explicado en el programa Converses de la COPE, al decir que los empresarios “no deben restregarse en el tremendismo del entorno”, ya sea la crisis económica o la situación política. Porque al final, el empresario tiene que vender, tanto si nieva como si llueve o si hace sol, ya que su papel es tirar hacia delante su empresa. Y el motor principal es su estado de ánimo.

Muchos son los insatisfechos que no disfrutan de su trabajo; los que se sienten cansados de buena mañana, con pocas ganas de comenzar el día y pensando más en la llegada del fin de semana que en las sorpresas que le deparará la jornada. Suelen acostarse cada noche pensando que el día ha sido improductivo. Pocos son conscientes de que su forma de afrontar el día influye en los resultados, empezando por los pensamientos positivos para encarar la rutina.

Cada vez más se tiene la certeza de que nada va a ser igual que antes de la crisis. Pero, ¿tenemos claro si queremos que todo vuelva a ser como antes? Debemos atravesar la senda que va de la resistencia a la transformación, con las lecciones aprendidas para que los cambios sean positivos. Tenemos que adaptarnos y reinventarnos para afrontar el tremendismo que anida en el ambiente. Y quien se agarre a seguir haciendo lo de antes como si fuera su tabla de salvación, se hundirá en la infelicidad del inadaptado. Porque el cambio no es un lugar al que se llega, sino el camino mismo, hasta el punto que los empresarios, verdaderos atletas del cambio, viven con más sensación de plenitud porque disfrutan de su día a día y del éxito que consiguen en cada reto. Superar el tremendismo les hace más felices.

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