Joaquín Sabina, sobrado de motivos en el Palau Sant Jordi de Barcelona
El de Úbeda espanta los malos augurios con una eufórica y enérgica actuación a la que se acabó sumando Joan Manuel Serrat
La sombra del ataque de pánico escénico que le obligó a terminar precipitadamente su primera actuación en Madrid sobrevoló anoche durante el Sant Jordi, sí, pero no hubo en el regreso de Sabina a Barcelona espacio para el yuyu y sí para la celebración. Un atracón de más de dos horas y media de sabinología ilustrada que, con la excusa del 15 aniversario de «19 días y 500 noches», presentó a un artista reconciliado con su propia madurez y eufórico en aquellos tramos del concierto que le acercaban al «último verano de su juventud», palabras de Gil de Biedma que el de Úbeda ha hecho suyas para la ocasión.
«En algún momento de la semana pasada pensamos: "¿llegaremos a Barcelona?" Por suerte llegamos y nuestra intención es devolverles tanta onda impresionante como nos han mandado», bromeó Sabina tras un enérgico arranque en el que anudó «Yo me bajo en Atocha», «Ahora que...», «19 días y 500 noches» y «Barbie Superstar», primeras detonaciones alumbradas al calor de Burning para una actuación con la que el cantautor, a vuelta con sus «500 noches para una crisis», cambió el equilibrismo en la barra fija por el funambulsimo entre la canción de autor anclada a versos de asfalto y el rock and roll de la vieja escuela. La onda impresionante seguía ahí, transmutada en 15.000 personas entre las que abundaban los bombines y la devoción entusiasta, por lo que el triunfo estaba cantado.
Así, sobrado de motivos y renacido tras aquel amago de cierre por derribo, Sabina jugó sus mejores cartas, las que el Sant Jordi esperaba con entusiasmo, y alternó la balada con espinas -«Una canción para la Magdalena»- y la rumbita urbana -«Cerrado por derribo»- con pellizcos menores -«Pero qué hermosas eran»-, homenajes libérrimos -su versión del «It Ain't Me, Babe», le sirvió para inclinarse ante Dylan y, de paso, Quico Pi de la Serra- e injertos mariachi -«Noches de boda» e «Y nos dieron las diez»-.
Ni rastro de crisis, pues, para un Sabina en plena forma que echó mano de su colección de discursos trenzados y perfeccionados en los últimos meses -que si en su casa no ponen sus disco porque solo se escucha «buena música; que si después de tres whiskys ««19 días y 500 noches» le pareció el «Sgt. Peppers...» de los Beatles- y espantó cualquier mal augurio acompañado por una banda compacta y potente que fue ganando protagonismo cuando el autor de «Esta boca es mía» les cedía el micrófono -mención especial para María Barros y su acalorada interpretación de «La canción de las noches perdidas»-.
Al final y, justo antes de que Joan Manuel Serrat,«primo» y hermano de Sabina, irrumpiese sobre el escenario para descorchar «Paraules d'amor» y sumarse a la algarabía de «Pastillas para no pensar», el de Úbeda volvió a tirar de oficio para encadenar «Y sin embargo» con una enérgica «Princesa» que, con todo el Sant Jordi de pie, venía a confirmar que de miedo escénico nada de nada. Esta noche repite.
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