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Un país de encargados
Para Pla, la democracia en Cataluña es infinitamente superior a la inglesa, francesa, alemana o italiana, sociedades en su opinión dominadas por grandes propietarios, aristócratas o militares
«No nos encontrarán nunca en ningún tipo de alianzas que sólo buscan destruir proyectos comunes», dijo ayer en un alarde de coherencia el eurodiputado de CiU Francesc Gambús. El también director del Instituto Nacional de Estudios Humanísticos Coll i Alentorn no se refería al «procés» que encabeza Artur Mas para separarse del proyecto común de España, sino a la moción de censura contra Jean-Claude Juncker a colación del caso «Lux Leaks» por los beneficios fiscales que el presidente de la Comisión Europea facilitó a las grandes multinacionales mientras fue primer ministro del Gran Ducado. De esta forma, el eurodiputado de CiU predica fuera lo que no practica dentro, no vaya a «entorpecer el avance en la construcción de una Europa más fuerte y más unida». Naturalmente, desde una España debilitada gracias al quehacer secesionista.
Siempre es un buen momento para hablar de Josep Pla. El «homenot» más gigante que han parido las letras catalanas daría a este tipo de comportamiento una explicación presocrática: «Cuando un pueblo tiene una pasión, la moral baja». Aunque lo más profundo que tiene un hombre es su superficie, la piel, y a pesar de que las revoluciones suelen ser absolutamente inútiles, sobre todo en países como el nuestro, donde la democracia es total; las ansias de ruptura persisten en Cataluña. Una ruptura, de momento de cartel, alentada desde el poder autonómico en una sociedad donde nunca existió la aristocracia, donde la propiedad ha estado siempre infinitamente dividida y la Iglesia jamás ha molestado.
Una ruptura promovida entre gentes sabedoras de que cualquiera que tenga algo en la cabeza acaba con un fajo de billetes en el bolsillo. Para Pla, la democracia en Cataluña es infinitamente superior a la inglesa, francesa, alemana o italiana, sociedades en su opinión dominadas por grandes propietarios, aristócratas o militares. «Aquí nadie es importante, todo el mundo es igual y por eso los catalanes somos tan groseros», le confesó en 1976 el escritor ampurdanés a Joaquin Soler Serrano en el programa «A fondo» de TVE . Según el autor de «Quadern gris», «la riqueza empezó aquí con una cosa que logró el señor Güell i Ferrer viniendo de Cuba y que se llama proteccionismo y, desde entonces, Cataluña es un país inmensamente rico, grosero y espantoso». De forma que «todos los que hoy tienen algo en Cataluña no han sido más que encargados». Encargados ahora insatisfechos. Quizá por esas y otras razones Pla sólo fue promovido para el Nobel de Literatura por el Colegio de Veterinarios de Girona.