barcelona al día
Se desmonta la carpa, pero sigue el circo
Se les ha ido el futuro por el desagüe, han malgastado tiempo, dineros e ilusiones que no eran suyos, al menos los dineros, y el próximo lunes el mundo se dividirá entre los que disfrutaron golpeando cacerolas y los que quieren dedicarse a construir de verdad
Entre la gente que piensa, hay dos opiniones muy distintas, pero ambas razonables, o al menos razonadas, sobre la decisión que ha tomado el Gobierno de Rajoy frente a las «astucias» de Artur Mas y su fiesta dominguera. Una, alaba la serenidad, legalidad y legitimidad del Gobierno para desmontar sin chulerías ni postureos, tan sólo con los cauces que le permite el Tribunal pertinente, lo que, además de patochada, era también un desafío engallado a la Norma suprema, al sistema democrático, a la convivencia pactada. Y otra, igualmente visible y digna de reflexión, que considera un error político el haber reaccionado con tanta seriedad y autoridad ante lo que ya no era más que una parodia que rozaba lo grotesco, cambiándole la nariz roja y los zapatones a un acto al que no iba a faltar Bob Esponja, por ese lagrimeo habitual del nacionalismo victimista del no nos dejan votar, que en esta caso sólo sería un no nos dejan hacer el ridículo.
El caso es que ver ayer a Francesc Homs hacer el indio (escapado de la reserva) y participar en la penúltima charlotada del maratón de llamadas telefónicas «informativas» y hablar de que el proceso de Kafka se mantiene con todas sus consecuencias y a todos sus efectos, pues subrayaba aún más la idea de que el Gobierno, o el Estado, o su diversidad de recursos amparados legalmente, lo ignoran de un modo casi ofensivo para él, y que las consecuencias y efectos de su actuación tal vez sólo consistan en que esté haciendo las últimas llamadas telefónicas con cargo a nuestro bolsillo. Se les ha ido el futuro por el desagüe, han malgastado tiempo, dineros e ilusiones que no eran suyos, al menos los dineros, y el próximo lunes el mundo se dividirá entre los que disfrutaron golpeando cacerolas y los que quieren dedicarse a construir de verdad, a mirar hacia los próximos años no a hace trescientos. No se puede ser tonto durante mucho más tiempo, y sería recomendable y hasta intelectualmente reparador que, una vez desmontado el circo, devolviéramos a cada uno a su lugar, Cervantes a La Mancha, Santa Teresa a Ávila, Colón a ningún sitio..., y Artur Mas y su peña, pues a descubrir América, que aún están a tiempo.