OPINIÓN CARNAVAL

Vueltecita gaditana

Os podréis imaginar lo que es iniciarse en un mundo como este sin padrinos, sin recorrido previo y sin más formación que youtube y hemerotecas

Reyes Calvillo

He vuelto a Cádiz y adivinad dónde me he quedado… Pues no, no ha sido en la pensión de los últimos días pero casi, porque la encargada del alojamiento que tenía reservado, que fue un regalo de Navidad mis padres, ha tenido a bien cancelarme la estancia unas horas antes de salir de viaje.

Afortunadamente, Tyrion Lannister es mi personaje favorito de 'Juego Tronos' (Por eso del 'bebo y sé cosas') y he conseguido una habitación bastante decente a buen precio para la semana. Hay que saberse todos los trucos del personaje. Además, mañana empiezo a trabajar en el concurso o a 'hacer calle', que es como a mí me gusta llamarlo por eso de resignificar conceptos y rozar las los límites.

Soy consciente de que me toca una de las partes más bonitas y, a la vez, más complejas. Sensaciones con los grupos antes de salir, acudir a las peñas, el ritual del maquillaje, calentar voces, cajas y pasacalles… Sé el espacio que se me brinda y como, en la mayoría de los casos, los protagonistas se ofrecen sin traba ninguna a compartirlo con los aficionados que nos ven desde casa. Si me paro a pensarlo, se me achinan los ojos y me brota un ligero rubor en las mejillas. Pero pararme no es lo mio

(APARTE: ¿Alguna vez habéis sentido una Triumph de 765cc por Veedor? Algo así debe ser mi cabeza)

Sin embargo, en esta ocasión, hay una casa con la que me hace más ilusión que ninguna compartirlo.

Veréis, me explico y disculpo: en mi familia no se ha visto 'desde siempre' carnaval. Creo que alguna vez he escrito sobre esto, pero mi afición empieza a escondidas y bastante tarde. Fue algo así como quien empieza a fumar pasada la adolescencia «!Qué necesidad de envenenarte ahora!»

Por algún motivo, que todavía desconozco, había memorizado el popurrí de Los Enteraos o fragmentos de 'Pal desembarco nosmardía', que apenas había visto una o dos veces en la televisión. Tengo una memoria prodigiosa para almacenar pamplinas y, como en este caso, algunas cosas importantes.

En mi colegio y en la universidad tampoco tuve amigos especialmente aficionados, aunque sí que fui enganchando a todos los que podía. Esta obsesión por compartir y sobreexponer lo que me apasiona me llevó ganarme, en una ocasión, la bronca de unos padres por «enseñar cosas que no deben a estas edades»

Os podréis imaginar lo que es iniciarse en un mundo como este sin padrinos, sin recorrido previo y sin más formación que youtube y hemerotecas. Vale, sí, yo venía de estudiar teatro y de analizar vestuarios y puestas en escenas pero, ¿de verdad alguien puede darle sentido y forma a ese conocimiento, dentro del concurso, que no sea Quique Miranda? Desde luego no me atrevería yo a tener la osadía. Entre estos pensamiento, recuerdo mi primera vez en el teatro. Sé que hoy la viviré de nuevo, pero será distinta. Hoy va a ser el estreno más bonito de todos, aunque hasta mañana no coja un micro. Hoy tengo la entrevista más importante y a los espectadores más selectos.

Hoy, por primera vez, mis padres van a venir conmigo al Falla.

He escuchado historias, pasodobles y tangos relatando la ilusión que sienten las madres cuando sus hijos acuden por primera vez. La vuelta a la plaza, el redoble en un pasacalles, el ascenso al Paraíso. Pero, ¿qué se siente cuando eres tú quien lleva de la mano a sus padres? Cuando ellos, que nunca han comprendido mi predilección por esta fiesta, se enorgullecen y emocionan cada vez que alguien les para para decirles que me han visto en sus casas. Cuando se esfuerzan, como lo hacíamos de pequeños, por entender un mundo que les abruma y desconcierta. Cuando se enchufan a los directos, cuando reconocen las voces, cuando se ilusionan al ver a tus amigos.

Yo solo puedo sentir orgullo, admiración absoluta y, también, un pellizco que me hace entender la pasión que pongo en todo lo que quiero.

Quizás ahora empiezo a comprender que esa locura, esa forma de amar desmedida y esa ilusión por cada detalle, me viene de nacimiento.

(Calvillo se para a pensarlo, se le achinan los ojos y le brota un ligero rubor en las mejillas)

Quizás ahora empiezo a comprender que son ellos los que me han hecho amar y entender el carnaval como lo hago. Con admiración, con deferencia, con orgullo.

Con la misma ilusión con la que ellos me miran a mí. Con la misma ilusión con la que yo les miro a ellos, ahora, en nuestra primera vueltecita gaditana.

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