CARNAVAL DE CÁDIZ
Paleto
La verdad, hoy en día, el concurso, tanto encima de las tablas como fuera de ellas, está lleno de paletos
Me enamoré de Cádiz y su carnaval con poco más de quince años, pertenezco a esa generación que creció escuchando coplas y coplas desde un pequeño transistor escondido debajo de la almohada.
Luego conocí a Antonio Martínez Ares y tuve la suerte de entrar de su mano en el Cádiz de comparsas, chirigotas y chiriparsas. Disfruté los ensayos de aquel mítico grupo, primero en la calle Zaragoza, luego en una escondida nave revestida de cartones de huevo, situada a la entrada de Cádiz.
Soy de los afortunados que vio el proceso de crecimiento de una agrupación verdaderamente increíble: Con uñas y dientes, Sonrisillas, Calabaza, Doremifasoleando, La ventolera, El brujo, El vapor, Los piratas, Templarios.
Al principio, cuando entraba al local, solía escuchar por lo bajini el hiriente comentario del director Ángel Subiela (al que quiero, admiro y respeto): «Otra vez está por aquí el paleto este».
Aquel paleto solo quería aprender, entender como ellos hacían lo que hacían. Antonio lo justificaba todo diciendo, que gran parte de culpa era de la distancia que nos separaba. Sanlúcar, Chiclana, Barbate, da igual el punto de la provincia o fuera de ella. «Estáis lejos de todo esto. Estáis muy lejos de Cádiz», recuerdo que lo repetía intentando explicar lo complicado que era competir contra ellos.
La verdad, hoy en día, el concurso, tanto encima de las tablas como fuera de ellas, está lleno de paletos. Los cuales, no creo que vengan a competir contra nadie. Intento explicarme, aunque he de reconocer que es así es como lo veo.
Gente que ama esta fiesta mucho más que los propios gaditanos, que idolatran a sus autores, que soportan palos y palos en las redes sociales, a veces casi rozando el bullying, gente que cecea, gente que también sesean, paletos de todas clases sociales, religiones y credos.
Paletos que llenan los festivales de carnaval en toda Andalucía, voy un paso más allá, diría que incluso en toda la geografía de España.
Esos paletos están tan enganchados a esta droga dura que es el carnaval de Cádiz, que sinceramente tienen una difícil cura para sus males.
Se puede salir de ella, soy un ejemplo claro, esto se supera. Aunque he de reconocer que de vez en cuando, me empujan, y vuelvo a tener una recaída.
Las coplas, las letras, sus músicas, la ironía, el ingenio, todo ese halo de magia que encierra un centenario teatro de ladrillos coloraos. Esas empedradas calles, míticas esquinas. Ese Cádiz, a veces irreconocible, pero siempre presente. La del alma de niña, de balcones que murmuran, la de loquito por verte a tu vera, la de la gracia, la de la carga más irresistible, la que enarbola la bandera de los mensajes solidarios, la rebelde, la que no se rinde nunca, la que responde, la que ataca, la que se ríe hasta de la perdida de los seres más queridos, la irreverente, la criticona, la de los versos, la más bella de occidente.
Qué paleto no daría hasta la vida por intentar conquistarla, por formar parte de su historia, por poder sentirla tan cerca, y aunque solo sea por un momento, un simple y mísero momento, decir que por fin; ya también eres mía.