El paseíto: Fran Quintana retrasa la hora del paredón

Comparsa

El paseíto

• Autor Fran Quintana

En el propio nombre de la comparsa, 'El paseíto', van las dos vertientes del repertorio. Por un lado, el componente trágico —por ineludible— de un fusilamiento inminente: estamos en los primeros días del alzamiento en 1936 y el relojero republicano al que representan acaba de ser recogido su taller por los falangistas. Desde otro ángulo, el diminutivo (paseíto) anuncia que se va a restar solemnidad al drama.

No obstante, Las buenas intenciones que se atisban en la presentación contrastan con la primera letra de pasodoble en cuartos, amenazante: «Cuidado por donde pisas», advierten a los que especulan con el suelo de su ciudad. Buena idea la de poner el foco en el suelo como recurso para hablar de las viviendas que se ven damnificadas por la codicia de los próceres inmobiliarios.

No es menos hiriente la segunda letra, que se ocupa del hombre abandonado por su mujer, a la que echa la culpa. La realidad, sin embargo, es que esta se había cansado de aguantar el machismo durante tantos años, siendo ella la que llevaba adelante la casa y su familia.

Están simpáticos los cuplés, protagonizados por una fanática de Martínez Ares y por Bruno García, el alcalde de Cádiz, que según estos condenados a muerte hace lo mismo que El Kichi. Incluso sugieren que va a pillar grifa al mismo sitio.

En su recorrido por Cádiz, correspondiente al popurrí, se descuelgan con un homenaje a la plaza de Abastos y una dura crítica a la institución eclesiástica a propósito de la catedral. Es siniestro cuando baja el paredón, pero el repertorio de Fran Quintana se nutre de un sustrato tan positivo que no queda la sensación de una comparsa dolorosa.