CARNAVAL DE CÁDIZ

Una ciudad bajo los escombros

Reivindicativa, desgarradora, contundente. Son los primeros adjetivos con los que puedo calificar la comparsa de Jona de este año

Manuel Muñoz

Reivindicativa, desgarradora, contundente. Son los primeros adjetivos con los que puedo calificar la comparsa de Jona de este año. Con una oración al estilo Spoken Word, con ritmo y música de fondo, pero sin melodía, y con estilo solemne y doloroso, da comienzo la presentación con una estructura poderosa, que transforma el Padre Nuestro en un grito de amor y lucha por Cádiz. Haciendo uso de un tono nostálgico, con un aire de súplica, pero también de resistencia, tiene una carga poética brutal con una ciudad de Cádiz enterrada en el olvido, en ruinas, sometida.

Y entonces es cuando empiezan a desgranar la melodía las voces del grupo, con un canto directo y sincero, acorde al poema profundo y conmovedor que están interpretando. Un canto de tres estrofas nostálgicas (con alguna modulación de tonalidad en la tercera), un lamento por la tierra que se queda vacía y por aquellos que parten sin hallar consuelo. Una identidad marcada por la luz, la playa y el viento, pero también por la gente que se marcha o se resigna, o ambas cosas. Un sepulcro sin fin, una herida abierta que late en quienes la habitan y la sufren.

Y es en ese momento cuando la música rompe, las voces estallan y comienza la resignación y la garra. Con un ritmo mucho más marcado y veloz, nos expresan de forma intensa y desgarrada, desde la figura de un sepulturero rindiendo homenaje a una Cádiz que ya no es lo que era, que ha sido consumida y casi reducida a sus cimientos. Le cavan el corazón y gritan la urgencia de dar voz a una realidad dolorosa. La ciudad se desmorona, pero tienen que luchar por ella.

Antes del puente musical, concluyen esta parte con una pequeña rumba de tono más alegre, reforzando la sensación de que lo querido se pierde, se borra, se hunde bajo el peso de la indiferencia o el olvido.

El autor no consigue con sus dos anteriores comparsas despertar la conciencia del gaditano, como asimismo lo expresa. Es un sentimiento de frustración por la falta de respuesta y acción ante el declive de una Cádiz que se muere desangrada.

El réquiem y el sonido de las campanas llegan hasta el final, con la inminente muerte de la tierra que aman. Si no se actúa, si no se despierta, todo quedará reducido a un recuerdo inerte.

La presentación es una joya, una obra de arte de principio a fin, de esas que te levantan del asiento, tanto por música como por la letra, de las que se quedan marcadas para siempre. Este cementerio, me gusta.

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