A vueltas con el jurado

«La gente opina de carnaval como si to el mundo aquí entendiese… y solo dicen gilipolleces». —Los Enteraos.”

Enrique Goberna

Como cada año se vuelve a sacar a pasear la socorrida frase de “es el gusto de cinco personas”, para justificar una derrota o una mala clasificación en el concurso. Este año, además, con el agravante de algunas decisiones tan extrañas, que son difícilmente justificables desde argumentos puramente técnicos o artísticos. No dudo con ello de la honorabilidad del jurado, conste, que habrán obrado en libertad y conciencia, de lo que dudo es de la conveniencia del actual sistema.

Para ser jurado no es suficiente con ser aficionado. No lo es. Y todavía lo es menos ser un gran aficionado. Excesiva vinculación con el carnaval te hace cargar con una mochila de prejuicios, de gustos inflexibles por una corriente de estilo u otra, de filias y fobias dentro de los autores o de tener que lidiar con amistades que participan en las agrupaciones que debes juzgar. Y de ahí saldrán perdiendo ora unos, ora otros, y siempre las agrupaciones que nos visitan desde fuera de la capital o de la provincia.

Para ser jurado, lo primero que es necesario es tener unos conocimientos sólidos y cierto distanciamiento emocional para valorar con la mayor objetividad posible la obra artística. Decía Arthur Rubinstein, uno de los mejores pianistas del siglo XX, que no teníamos derecho a juzgar lo que no somos capaces de entender. ¿Se imaginan que el jurado que debe juzgar a los pianistas del Concurso Internacional de Piano que lleva su nombre, lo formasen aficionados? ¿Qué prestigio tendría el ganador?

¿Para cuándo el Ayuntamiento va a coger las riendas del concurso? Ojo, que hablo de un concurso, no del Carnaval, cuyo devenir solo pertenece al pueblo. Necesitamos una estrategia clara de hacia dónde dirigirnos, unos criterios nítidos de valoración y no ponernos cada año en manos de un jurado distinto y novato que, como ha ocurrido en este, aplica pautas personales a la hora de puntuar y que ha ido pegando bandazos, corrigiendo e improvisando sobre la marcha. Este año han recibido incluso la censura del autor del primer premio de chirigotas, en un ejercicio de sinceridad poco habitual.

Y por supuesto, para elaborar los criterios de valoración de las obras, no me parece buena idea que participen los autores. Cada uno intentará que prevalezcan egoístamente sus fortalezas o virtudes. No deben estar en el debate, o al menos no en las decisiones. Así nos ha ido hasta ahora por intentar contentar a todos. Un concurso es un concurso y las normas las pone el organizador. El que quiera participar que lo haga y el que no, ahí tiene la calle o cualquier otro concurso de nuestra geografía.

Si queremos prestigiar el COAC, el fallo del jurado debe estar bien fundamentado y no depender cada año de la sensibilidad política, de lo socialmente conveniente, del nivel de chovinismo, de las peculiares inclinaciones de los vocales del jurado o incluso de su resistencia al estrés o las presiones de todo tipo. Si lo que buscamos es sintonizar con la sensibilidad general, creemos el “Premio del Público”, además del oficial, como existen en tantos otros certámenes y festivales.

O ponemos de una vez un jurado estable, competente y remunerado al que exigir que cumplan con unos criterios bien definidos y que estos sean independientes del estilo de la obra y del mensaje, o el COAC terminará degenerando en un vodevil o en un concurso de variedades. Es imprescindible para los autores, que son los verdaderos castigados por ello, eliminar de una vez ese azaroso aspecto relativo al perfil del jurado que les toque en suerte. Si no lo hacemos, terminaremos desdibujando aún más los rasgos identitarios de las agrupaciones del carnaval de Cádiz.

No era mi intención dedicar la última columna de opinión de este carnaval a retomar el tema del concurso, que afortunadamente ya es pasado, y sí a comentar la semana de carnaval en la calle. Desgraciadamente se ha cumplido el peor de los pronósticos que anunciaba en el artículo “Achicoria” de hace tres semanas. Por ello he creído que es mejor no hacernos más daño, pasar página, y aprovechar estas últimas líneas para animar en este sábado a público, oficiales y callejeras a tomar las calles durante el fin de semana y que se disfruten mutuamente. Terminemos este atípico carnaval, al menos, con un buen sabor de boca.

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