Carnaval de Cádiz

¿Ha llegado el botellón del segundo sábado de carnaval para quedarse?

El pasado fin de semana se volvieron a ver escenas que espantaron a los aficionados y a las agrupaciones, que temen que esto se convierta en tradición

La plaza de la Catedral, abarrotada el pasado sábado por gente haciendo botellón. tWITTER
Álvaro Mogollo

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Hay mucha gente que da por amortizado el primer sábado del Carnaval de Cádiz. Durante el día hay diferentes actividades y cada vez son más las agrupaciones que se animan a cantar con el sol fuera. Pero conforme la tarde va avanzando, una marea humana de jóvenes, botellón en ristre, va apoderándose de las calles.

Desde hace muchos años se organizan diferentes iniciativas para intentar diluir el golpe, como las batallas de coplas o el circuito de actuaciones en los tablaos. Sin embargo, el ambiente que se va generando, más pendiente de la fiesta pura y dura que de las coplas, va desplazando a quienes hacen carnaval y a los que escuchan, que optan por irse a casa y meterse en capilla de cara al primer domingo de coros.

Eso es ya tradición desde hace lustros. La novedad ha llegado este año cuando en el segundo fin de semana, habitualmente algo más tranquilo en ese sentido y copado de gente que acude a escuchar cuplés, tangos y pasodobles, se han registrado imágenes muy similares.

Durante el pasado viernes ya se percibió mayor número de gente absolutamente ajena al carnaval más allá del disfraz, participando de algo que podría igualmente celebrarse en cualquier otra ciudad o municipio de España.

Pero lo más preocupante aconteció en la noche del sábado, donde el macrobotellón se hizo patente en la plaza de Catedral, como atestiguan diferentes vídeos en los que se aprecia una marea humana a ritmo de música proyectada a enorme volumen que impedía además que cualquier agrupación pudiese ofrecer sus coplas en localizaciones aledañas.

Esto plantea un profundo y complejo debate, amén de las quejas de los carnavaleros, que en un número importante decidieron emprender la retirada ante la imposibilidad de ofrecer pases incluso en La Viña, un territorio en el que el botellón estaba más acotado a lugares como la plaza Manolo Santander.

Tanto es así que algunos grupos ya plantean internamente la posibilidad de pasar los dos sábados de carnaval en otras localidades en las que puedan ofrecer actuaciones en un ambiente de carnaval mejor entendido, reservando el resto de la semana y los domingos para un Cádiz más llevadero.

Antes de eso es necesario puntualizar un detalle que tal vez puede haber influenciado este cambio de tendencia en el segundo fin de semana: la lluvia. El mal tiempo del primero alteró los planes de muchos, que optaron por cambiar uno por otro, viajes organizados incluidos. Aunque sólo se sabrá el año que viene si esto ha sido algo circunstancial o el botellón en ambas semanas ha venido para quedarse.

Miles y miles de jóvenes llegados en muchos casos de otras provincias en excursiones impulsadas por empresas que se publicitan en los tablones, físicos y figurados en las redes sociales, de las universidades. Parece poco atractivo hacerse varias horas de autobús para tomar unas copas y deshacer el camino. ¿No podría hacerse en el lugar de origen?

Se supone que Cádiz es especial en estas lides carnavalescas, pero siempre que entren en juego los factores diferenciadores de esta fiesta. Si es sólo beber mientras se lleva una peluca, es una pérdida de tiempo y de dinero. En cualquier caso, a tenor de lo visto, el plan sigue teniendo enorme tirón.

Hay gaditanos entre los botellonistas, qué duda cabe. Pero la labor pedagógica de todo lo que supone el carnaval en la calle está enraizada en la gente de Cádiz que lo mama desde la infancia y por tanto sabe mayoritariamente, llegado el caso, dónde y cómo, en aras de la convivencia mutua. Aunque siempre hay excepciones, claro está.

Ojo, conviene no hacer en esto una enmienda a la totalidad al público de fuera de Cádiz y su provincia, que han hecho paulatinamente más y más grande la fiesta. Basta con darse un paseo los domingos a mediodía para saber que hay gente que se recorre los kilómetros que hagan falta por disfrutar de cuatro coplillas desde un respeto exquisito.

Ni siquiera hay que demonizar al que se toma unos vasos de cerveza, moscatel o la copa de rigor, porque se puede hacer sin que esto suponga un perjuicio para el resto. Ahora que está muy de moda eso de la libertad y decir que la de uno acaba donde empieza la del otro, que no solape el reguetón y el whisky al cuplé, home.

Tampoco es un problema, hasta cierto punto, la aglomeración o la bulla, que ha existido siempre escuchando a las agrupaciones, del Falla o de la calle, qué más tirón tienen entre el público. Y si a alguien no le gusta, es suficiente con quedarse en casa esos días.

El factor diferencial que hace indeseable el macrobotellón es que anula al resto, no existe forma de compatibilizarlo con otras actividades. Incluso se da una paradoja enormemente curiosa que implica al turismo, una actividad económica con la que se nos llena la boca en esta provincia y que muchas veces justifica tragarse algún sapo: el sábado había visitantes que se fueron a su hotel porque no podían escuchar nada y en cambio se quedaba a sus anchas el que traía la botella, el hielo y el refresco del autobús, haciendo en muchos casos nulo gasto.

La gran pregunta es si esto tiene solución desde el ámbito político. Muchos opinan que no y exponen el hecho de que ningún equipo de gobierno haya conseguido hacer frente a este asunto, pero da la sensación de que esta vez no bastará conformarse con eso y habrá que agudizar el ingenio. Quedan doce meses y tiempo hay, afortunadamente. Será necesaria la voluntad para buscar alternativas.

La oposición dice ahora, posiblemente con acierto, que vender el Carnaval de Cádiz como un producto es innecesario porque ya vienen año a año miles de enamorados de esta fiesta por sus músicas, sus letras y el age. Y si a eso le sumas más gente aún a la que probablemente les dé igual si esto va sobre coplas o una competición de salto a la pata coja, pues aún peor. Porque es una mera excusa para cogérsela doblá sin saber si Cádiz da al mar o si las chirigotas cantan o tocan trompetas. Ahora bien, cierto es que tampoco deberían hablar desde un púlpito porque el botellón, de momento, no lo ha podido parar nadie.

¿Otras carpas con música en terrenos habilitados en los que sí se permita llevar bebida propia y descongestionar así el centro? ¿Acotar el botellón en localizaciones concretas para que las agrupaciones se vayan a otras? ¿Control de aforo como hacen en la Puerta del Sol el 31 de diciembre antes de que Ramontxu hable del carillón y los cuartos? Quién sabe. Es una china en el zapato y es posible que con ese dolorcito en el pie puedas llegar a tu destino sin problema. Pero a lo mejor te acabas acordando de ello durante mucho tiempo. Intentemos sacarla, regularla en este caso. Por si acaso.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación