El apunte

El termómetro del Carnaval

Este febrero será diferente, es el de la normalidad post-covid, y además su influencia puede ser determinante a escasos meses de las elecciones municipales

Comienza el Carnaval. Aunque resta algo más de un mes para que arranque la competición, los participantes coinciden en que la mañana del sorteo es el primer día del Concurso. Es la realidad palmaria de que el COAC ya está aquí, no es una ilusión ... lejana, y esboza las líneas maestras de por dónde puede discurrir el certamen. El tiempo marca la vida, como siempre.

Pero este Carnaval será diferente, y especial. Es el de la normalidad, la fiesta sin restricciones ni limitaciones, la de su fecha, su origen y su esencia. La que sobrevivió a la pandemia y hasta fue capaz de desafiarla, amén de la charlotada de junio.

Y además, durante un mes se convertirá en el parlamento popular, el congreso donde se establecerá la crítica al actual momento social en vísperas de las elecciones municipales. Esta tradición, folklore popular, reviste una especial importancia en esta tierra, no en vano aspira a ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Su influencia en la opinión pública y en el discurso es enorme. No es casualidad que el actual regidor de la ciudad se impulsara desde su posición de comparsista, arropado por buenos amigos que le apoyaron en su ascenso a San Juan de Dios. Ni que incluso el principal partido de la oposición mantenga la posibilidad de contar con otro chirigotero/cuartetero como José Manuel Cossi para liderar su formación en los comicios.

De ahí que la expectación se haya multiplicado. Y es que sobre las tablas se ha percibido en los últimos años un descontento evidente con el alcalde, antaño intocable y ahora en entredicho. El desgaste lógico en su gestión se ha palpado en el Falla. Los más contestatarios se han sentido defraudados porque ocho años después, y tras dar vueltas sobre la noria, el Concurso presenta los mismos males previos a su llegada. La única variación significativa ha sido la eliminación del Patronato tras haberlo atomizado con varios colectivos, y con ello ha restado capacidad de influencia a los propios carnavaleros, ahora meras comparsas.

Con el museo como gran proyecto que no ha terminado de culminar (espera sea su legado en los próximos meses), la principal propiedad inmaterial del gaditano regenta un poder difícil de calibrar. La política le tiene miedo porque es algo que no puede controlar. Por eso todos escucharán muy atentos a lo que sus vecinos y vecinas dirán en estos meses de enero y febrero. Y en ocasiones estos gritos retumban con tanta fuerza que es imposible permanecer ajeno a ellos.

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