Opinión | Carnaval
El Carnaval es libertad
No se puede hablar de pluralidad mientras se señala a quienes hacen las cosas de otra manera

El Carnaval de Cádiz siempre ha sido una fiesta de libertad, transgresión y respeto. Esa es su esencia y lo que lo hace tan especial. Sin embargo, en los últimos tiempos, parece que algunos han decidido utilizarlo como un tribunal, un campo de batalla donde ajustar cuentas, criticar a compañeros o sentar cátedra sin dejar espacio para otras visiones. Y ese, desde luego, no es mi Carnaval.
No se puede hablar de pluralidad mientras se señala a quienes hacen las cosas de otra manera. No se puede clamar contra la polarización de la sociedad y, al mismo tiempo, generar enfrentamiento dentro de la propia fiesta.
Si algo ha definido siempre al Carnaval de Cádiz es que cada cual lo entiende y lo disfruta como quiere, sin imposiciones. Pero parece que hoy dudar, pensar por uno mismo o simplemente disfrutar sin etiquetas es casi un acto de rebeldía.
No me gustan los pasodobles como el de los Inhumanos ni los popurrís como el de Cascana porque, a mi entender, hacen daño al Carnaval. No porque critiquen, sino porque lo hacen desde la intransigencia, con poco respeto por la diversidad de opiniones y sin dejar espacio a la reflexión del espectador. Parecen diseñados para anular la capacidad crítica del público en lugar de invitarlo a pensar y sacar sus propias conclusiones.
Cada cual es libre de consumir el repertorio que quiera. Y, tras hacerlo, de formarse su propia opinión. Pero no forcemos a nadie a posicionarse, no convirtamos el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas en una batalla campal donde haya que elegir bando. No hagamos del Carnaval un lugar donde unos pocos deciden qué es correcto y qué no.
Si no te gusta lo que hacen otros, no lo hagas tú. Pero no lo critiques con la intención de imponer tu visión. Porque el verdadero Carnaval de Cádiz es el que respeta, el que deja espacio a todos (siempre que su propuesta esté trabajada y desprenda cariño por nuestra fiesta), y el que permite que cada aficionado lo entienda a su manera, sin dogmas ni sentencias.
Hacer de la polémica un arma en el concurso y sesgar el compañerismo por un aplauso puntual me repele tanto como la demagogia barata.
En el concurso hace falta falta un poco más de empatía y un poco menos de soberbia.