Carnaval de Cádiz

'Los iluminados' encienden esa luz de Cádiz que poco a poco se apaga

El coro de Remolino, Fernández y Pedrosa muestra su solvencia vocal e interpretativa a la espera de consumar la esperada ruptura emocional

Orden de actuación de los cuartos de final en el Concurso del Falla en Cádiz

José María Aguilera

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Carnaval de Cádiz

Los iluminados

Imagen - Los iluminados
  • Autor David Fernández, Quique Remolino y José Manuel Pedrosa

Potencia. Fortaleza. Fiabilidad. El coro de Pedrosa podría lucir en el anuncio de un concesionario de motor. Le encanta irrumpir en la escena de forma demoledora y lo vuelve a hacer con unos iluminados rebosantes de detalles que quiere trascender más allá de sus presumibles cuatro apariciones.

El tango del cañón vuelve a sonar. Aunque de factura remolinera, se ajusta perfectamente a los parámetros de este grupo. Será su timbre, será la afinación, serán sus poderosas cuerdas de tenores, segundas y bajos... Será o 'seró'. La realidad es que la música de Quique García Rosado le queda como un guante a Pedrosa y Fernández, que llega con buenos bríos y la misma calidad de siempre.

El autor desliza dos tangos de cuartos, guardando mejores letras para el pase definitivo. Más original el primero que el segundo, ajustado al tipo, cincelando el tango con su idea. «Esa era la luz de Cádiz». Las luces gaditanas más allá del faro, del astro rey o la plata lunera, son esos personajes protagonistas «del Cádiz de los Barrios». Fernando Quiñones, María la Yerbabuena, Chano Lobato, Mariana Cornejo o Paquito del Mentidero. No es únicamente un recuerdo a su memoria, sino una crítica porque esa luz se está perdiendo en estos nuevos tiempos tan impersonales, que despoja a las ciudades de su alma.

En su segundo intento, amaga pero no termina de golpear. Expone un sentimiento compartido mayoritariamente por los carnavaleros de poso. «Cuando en Cádiz cantan los gaditanos, cada vez se sienten menos a gusto». Cierto. Lo achacan a que ya no se habla de la Viña, la cárcel vieja o los callejones por el temor a no conectar con un público foráneo. No obstante, en los últimos años se observa una regresión, una vuelta a lo hiperlocal. Más certero es ese ansia de criticar más que escuchar. «Todo se puede comprar menos el don de escuchar con la boquita 'cerrá' cuando canta un gaditano». Así es. El tango se desarrolla con delicia hasta el 'quejío' final, original y meritorio, impactante y extraño. Ahí va la firma de Remolino.

Los cuplés son graciosos a pesar de tratar el manido tema de Andy y Lucas. Como ocurre con el humor y sus límites, el éxito radica en el chiste, en la broma, en el humor, y son dos buenos cuplés muy por encima de la media y aprovechando varios remates para anotar si no en una u otra ocasión.

Para los amantes de esta fiesta, escuchar pasodobles como el del Noly de la Atlántida o reliquias como una canción de El balsero en las 40 gargantas de este coro, siempre es bienvenido. Despliegue vocal en un popurrí descriptivo que confirma las buenas sensaciones de cuartos. Su solvencia es indiscutible; tal vez se ha quedado corto de letra para producir esa ruptura escénica que quiebre la cuarta pared y traslade esa emoción al respetable. Queda Concurso para seguir dando luz.

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