Carnaval de Cádiz

El fallo de Schrödinger

«Cada agrupación está dentro y fuera de la semifinal al mismo tiempo, dependiendo de si el jurado lo observa o no«

Enrique Goberna

Vuelta la burra al trigo. Como cada año, los aficionados al Concurso Oficial de Agrupaciones del Carnaval de Cádiz se rigen por unas normas inquebrantables: disfrazarse de jurado improvisado en redes sociales, denunciar conspiraciones, y por supuesto, no estar de acuerdo con los fallos. Porque si algo nos une a todos en este sagrado certamen, además del amor por la copla, es el clamor unánime contra el jurado, ese ente abstracto que no tiene otra misión en la vida que fastidiarnos la fiesta.

Este año, después de unas preliminares que no provocaron demasiado alboroto —quizá porque pasaron más de los que lo merecían— ha llegado el momento clave: los cuartos de final. Y aquí, como cada febrero, se ha desatado el levante de cuatro palitos. Unos claman que tal o cual grupo no ha pasado porque no tienen nombre, sin embargo algunos sin él están en semifinales mientras primeros premios se han quedado fuera. Hay quien llora la ausencia de frescura mientras otros celebran la irrupción de nuevas ideas en las tablas. Algunos ven una persecución a tal o cual estilo cuando todos están representados en semifinales. Vamos, que si uno pone el oído en redes sociales, el caos es absoluto. Todo está mal y todo está bien a la vez; se critica una cosa y la contraria: nadie entiende nada.

Y es que en Cádiz hay gente que sabe tanto de esto, que desde la primera semana de concurso ya había voces diciendo «este será un primero», sin esperar a escuchar a los rivales ni qué nos traerá en sucesivas fases. Y con esa predisposición llega el personal a cada corte, como si en buena medida la suerte estuviera echada y lo que se cante en el Falla fuera un mero trámite.

Pero ay, amigos, en cuartos empiezan a contar los puntos, ese sistema de puntuación que parece sacado de un manual de física cuántica, donde cada letra, cada música y cada tipo se somete al misterioso algoritmo carnavalero: se multiplica por el coeficiente de la marea y se divide por el logaritmo neperiano del cuplé. En ese galimatías, ni el propio jurado sabe cómo han salido los números. «¡Pero si lo votado tú!» «¡Ah, sí! Pues yo qué sé... me he liao, me he liao». Y así, con esta precisión cirujana del sistema de puntuación, se producen distorsiones en el espacio-tiempo de manera que ni los propios vocales del jurado saben por qué agrupaciones peores quedan por encima de otras, generando un tsunami de indignación que es, en el fondo, la verdadera esencia del COAC.

Total, que el Carnaval de Cádiz sigue siendo lo de siempre: una fiesta de coplas, pasiones y berrinches. Y lo mejor de todo es que, pese a las protestas, todos estaremos pendientes en la siguiente fase, porque al final, la verdadera tradición no es solo cantar, sino también quejarnos por todo y dar carga.

Nos vemos en semifinales.

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