LA CONTRASEÑA
La escopeta cargada de futuro
El mundo de Cádiz está cada vez fatal, pero su voz no se apaga, al contrario, dice lo que piensa, aunque a veces no piense lo que canta. La vida misma
La chirigota 'Los butaneros, chirigota de CAI/CDC'
El mundo de Cádiz está cada vez fatal, pero su voz no se apaga, al contrario, dice lo que piensa, aunque a veces no piense lo que canta. La vida misma. Una vez conocidas las músicas de febrero corresponde disfrutar de ellas al compás de las mejores letras y su interpretación, las frases más certeras, los puntos de vista exclusivos y los chispazos de ingenio que adornan al gaditano. La muerte en Palestina, la política a flor de piel, la mujer en el núcleo del huracán, el cambio climático y el agridulce retrato de Cádiz colman algunas muestras ya rotundas de quienes derraman sus coplas a orillas del Falla.
Un año escuchando pamplinas y penalidades. Los pasodobles de Cádiz arrastran la pesada carga de un genocidio, las guerras, el dinero impostor y fullero, los abusos, las palabras gruesas en los foros políticos, las finas estrategias comerciales, catástrofes ambientales, falta de humanidad, cantos de sirena. Es hora de largar fiestas. «Venimos con la escopeta cargá», dijo en Onda Cádiz Jesús Bienvenido, tras la actuación de su comparsa, que alumbró una noche difícil de olvidar. «¡Ay, si yo tuviera veinte años menos!», gritó una señora del público.
Palestina necesitaba los pasodobles que estrenaron las ratas y los rockeros. La comparsa de Bienvenido se confesó en una extraordinaria conversación con olor a café, cara a cara con el público, al toque de las guitarras expresivas que mecen las olas, el pito de caña que anuncia la larga travesía, las voces a corazón abierto y el brillo de las dos chicas, que se apropiaron del instante. Perdió Jesús el sombrero con la excitación del remate de la presentación, que parecía nueva. Sonriente, sin desvelar lo que se venía encima, «un presente que jamás será futuro», la tierra arrasada por los bombardeos diarios ante la indiferencia del resto del planeta, un grito de rabia que reverdece la hermosura del dolor.
Los jevis de Kike Remolino, a su aire, gaditanizaron la tragedia con un precioso y efectivo giro, tanto de música, que juega con el ritmo ágil de la letra, como de temática. En Palestina todos los días son como la noche de la explosión de Cádiz, enfatizaron buscando tal vez la solidaridad del espectador, que premió, por cierto, ambas coplas. La chirigota, además de rendirse a los efectos del genocidio, subrayó que en el 47 «no nos protegió la Virgen, sino las murallas», y que sus nefastas consecuencias, 155 víctimas mortales y los bordes de la ciudad asolada, enternecieron, por así decirlo, a Franco, que «nos dejó hacer un Carnaval con otro nombre», las Fiestas Típicas.
Un año antes de la explosión murió en Argentina, a los setenta años, Manuel de Falla, aquel genio precoz que debutó con las Siete Palabras de Haydn en la plaza de San Francisco, siendo muy chico. No muy lejos, en San Antonio, Cádiz recuperó su concurso de coros, que no se celebraba desde el 36, y «Los chisperos» obtuvieron el primer premio, por delante de «Los que quedaron», «Los chicucos» y «Los vendedores de marisco».
Con permiso de la autoridad, los gaditanos pudieron entonces sacar sus agrupaciones a la calle, siempre al loro: coros como «Los pintores», de Batato, y «Los arrumbadores», de Macías Retes, y la murga «Los nicanores», con letra de Cañamaque. Ah, y un parodista con el tipo de Cantinflas.
Por lo que sea, Cádiz cumple 3.125 años, a ojos de buen cubero. Es la quinta ciudad más antigua del mundo que sigue habitada, detrás de Jericó (Palestina), Damasco (Siria), Biblos (Líbano) y Luxor (Egipto), vaya usted a saber la calidad de los restos arqueológicos que gastan. Por ahí va Úbeda presumiendo de que su término municipal es más antiguo que el nuestro. ¿Y Cartago? ¿Y Cuzco? Tendrán algo que decir. En la actualidad Cádiz vive en lo que mayormente bien siendo el año XXXIV d. de M.G., el tiempo que ha pasado desde que salió Mágico González del Cádiz, por su mala cabeza.
Las juntas de Andalucía y los organismos culturales pertinentes tendrían que desbloquear de alguna vez los conocimientos científicos sobre el yacimiento arqueológico del poblado de Doña Blanca, en El Puerto de Santa María, para calcular con certeza la edad que tenemos en Cádiz a partir del big bang de los fenicios amantes del pescaíto frito.
De vuelta a las letras que asoman los grupos en cuartos de final, que han elevado sustancialmente la temperatura en el teatro y en sus alrededores cibernéticos, da la impresión de que se ha producido un contagio del clima de confrontación política que transmiten los medios, de ahí quizás la tonalidad de los «pasodobles de calentón gordo» que han atravesado ya las ondas. El oportunismo siempre le ha visto color a la bronca infinita, algunos emplean las mismas armas que critican, otros practican el insulto gratuito, a medio camino entre la gracia y el veneno, y han sucumbido a los viejos trucos de la ferocidad incluso ciertos autores punteros que acaso no necesitaban tal dispendio; les salió del alma.
Ya saben que los insultos en Cádiz dependen directamente de la intención. Conviene no tomarse a la tremenda las cosas serias, el Carnaval lo es, más nos vale dedicarnos en cuerpo y alma a escudriñar en las coplas, por mero ejercicio morsegón y puntilloso, hasta descubrir que algunas de ellas se rigen por mensajes de telediarios chungaletas, tik tok de veinte segundos, bravucones que buscan más visitantes que lectores. Intoxicados por ingerir noticias en mal estado se han contado ya por miles. Y heridos por golpes del bumerán del insulto fácil, bastantes.
A Pedro Sánchez le han bautizado ya hasta de «cabrón», singular argumento, pero todo indica que podrá dormir tranquilo hasta que alguien le acuse de ser un «chufla», el insulto más grave que puede salir de la boca de un gaditano con ganas de pelea, junto al consabido «papafrita». El rey emérito ha recibido también un saco lleno de improperios, pero a Juan Carlos I le da igual, según tenemos entendido.
Precisamente, las ratas de Bienvenido cumplen su advertencia, la escopeta cargá, y si en preliminares le echaron valor al gallinero, como símbolo de la opinión pública, tal vez, al grito de «fachas», volvieron a la carga en cuartos llamándoles por su nombre, otra vez «fachas», y luego sacaron una pancarta, al combate, en defensa de la cantera del Carnaval a cuenta de las ruborizantes sinvergonzonerías publicadas.
El delirio carnavalesco invita ahora a desvariar sobre la imperiosa necesidad de crear una asociación de consumidores de carnaval con voz y voto en las asambleas de las demás asociaciones de carnaval, pero lo dicho nada tiene que ver con el párrafo anterior, ha sido un pronto.
La otra tarde se supo que la presidenta italiana Meloni le ha metido un paquete, en forma de proceso judicial, al cantante del grupo de rock Placebo, Brian Molko, por tildarla en un concierto de «racista, fascista y nazi». Le puede caer un multazo. Estas cosas en Cádiz no pasan. Paquita la del Barrio se quedaba corta. Y Bellingham, a quien echaron a la calle por soltar un «fuck off», vamos, que mandó al árbitro al carajo. Aquí los jueces admiten los insultos del Carnaval porque se ajustan al tipo.
Leemos por ahí una aseveración de un aficionado que convida a pensar: «Muchos grupos se esfuerzan más en parecer buenos que en serlo». Demoledor, oiga. Cupón válido para agrupaciones que aún apuran los cuartos de final persiguiendo sueños imposibles a riesgo de pisar los charcos de estrellas.
No es por llevar la contraria a quienes divisan un año de preponderancia de chirigotas buenas. Observen lo que opinan dos figuras destacadas de la comparsa gaditana. Vicente Lázaro, Lali, considera que «la modalidad de comparsas es la que manda en el concurso, y también la que genera más revuelo. La calidad va en alza, no hay tanta diferencia entre las diez primeras comparsas, si exceptuamos quizá a las cuatro o cinco que están arriba casi por norma. Hay grupos muy dignos, con buenos repertorios. Yo he tenido altibajos a lo largo de mi carrera y conozco lo que es cantar en comparsas de altísimo nivel que no tuvieron la suerte que merecían. El jurado tiene que romper una barrera y abrir el abanico».
Paco Medina, gran músico de la comparsa de Bienvenido, a su vez, lamenta que este año no puedan «batirse a duelo de coplas» con Martínez Ares y coincide con Lali: «Se han incorporado grupos de la cantera y autores reconocidos a los que les falta una final. Cualquier día serán capaces de desplazar a los punteros».
Medina pone de manifiesto que Las Ratas acuden al reencuentro con el Falla con toda la ilusión del mundo, una experiencia tremenda a cuestas pero escaso tiempo de preparación. «Comenzamos a ensayar el 26 de noviembre. Estamos entusiasmados con la idea, el mensaje y la calidad que Jesús ha volcado en sus composiciones».
Las Juanis del Selu, mira por dónde, situaron la otra noche el cogollo de la política española en el fragor de una comunidad de vecinos y emplearon la sorna y el doble sentido para restar dramatismo al asunto consuetudinario de las cosas que verdaderamente importan, pero al mismo tiempo plasmaron con su crítica audaz esta sesión de control permanente a la que se ve sometido el desvalido y cabreado usuario de la Piel de Toro. Describieron a unos y a otros de mentirosos y piratas, pero con delicadeza, aun trazando una línea paralela entre vecinos y políticos, que se llevan «tol día echándose cosas a la cara». «Te voy a hacer un Bienvenido», adelantaba Josemari a pleno pulmón con su pito de caña sostenido en el espacio sideral del teatro.
El público de cuartos que calibró al trío de chirigotas compuesto por Selu, Remolino y Santander hijo, a primera vista un cartel de categoría, no se encendió apenas. La frialdad sorprendió sobremanera a los corredores de apuestas. ¿Falta de interés, exigencia máxima o exceso de reiteración pública de las coplas?
El rockero Remolino expresó del tirón su convencimiento de que «esto parece un tanatorio, joder», y el Selu piropeó con sagacidad al respetable de cuartos con tal de animar una mijita el cotarro. Sofocó un pasodoble en torno al cambio climático e intentó rehacerse con un par de cuplés cortitos.
A capella, entonces sí inmersas en un ambiente de gran expectación, las ratas de Bienvenido enarbolaron una maravillosa letra de piel de gallina, -«Gallina de piel», que diría Johan Cruyff-, al vaivén de la autocrítica del hombre que nace puro y tropieza con la educación patriarcal que todo lo pinta de agresividad y arrogancia, el machito de marras que, al son del pasodoble ejecutado al alimón por las voces y el silencio, ahora busca, y reivindica, la conversión de aquel niño en un ser humano a la altura de la mujer. Remolino y sus rockeros de botellona también empeñaron su genuino amor al arte por la dignidad de la mujer a través de una diatriba sobre los vientres de alquiler, y así cantaron con gusto y firmeza por la extinción de la desigualdad. Una música atractiva, que esconde joyas preciosas, y una letra sincera, el secreto de Cádiz.
Las gaviotas de Manolín Santander aterrizaron en la realidad de Cádiz para dirigirse al alcalde sin contemplaciones, «ya es el momento de empezar a gobernar» y de «dejar de echar balones afuera». La cadencia de agua salada de la chirigota contiene todos los ingredientes acuñados por Santander padre, un clásico.
Por un puñado de cristomonedas daría la vida un buen aficionado a las coplas de Cádiz con tal de financiarse sus caprichos caros. Algunos trovadores creen que la libertad de expresión es suya y de nadie más, del Falla y de nadie más. Será por miedo a la soledad. Los demonios de la redes piden sangre. El Falla, salvar los glaciares. Rectificamos: ya se vislumbra el relevo generacional, aquí y en la calle. Ya hablaremos. De momento, que vuelva la guerra fría. Ha llamado la Bruja Piti. Que este año no cuenten con ella.
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