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La chirigota gaditana tiene un problema de vivienda
La traumática pérdida de identidad que ya vienen cantando en el Falla desde el siglo XX se nota en la mirada de Juani, que tal vez se sienta como un signo en decadencia de la penúltima generación de gaditanas auténticas
El Selu se juega el tipo cada año. La Juani Winehouse tiene un problema de vivienda y más cara que espalda. Cobra a tocateja los chispazos de la chirigota, que se juega en casa la reputación con un nuevo retrato de la época. La Juani parece una tía muy legal, una maruja de mesa camilla reconvertida en emprendedora por la maldita turistificación, y el Selu, que se ha tirado ya más de treinta años viviendo de sus personajes, y la gente disfrutando de ellos, resuelve el enigma de las coplas con una suerte de desahogo de una mujer que guarda en su memoria sin frenos viejas historias de partiditos y asustaviejas.
No me digan que no es maravilloso ver a la chirigota del Selu mascando letras en preliminares, lo hacen a menudo, te entran ganas de verlos otra vez. Este año se miran en el espejo de la Juani, que se ha visto obligada sin quererlo a alquilar un rincón de su piso para buscarse la vida. Con la ayuda familiar no alcanza. Pongamos que cantan a la economía sumergida, que es más carnavalesco.
Juani es la única estrella de su apartamento turístico, chirigota ilegal, y del brazo del arte mundial de José Mari, que está perfecta, destapa el tipo de bien pagá, pura dinamita, y descubre las primeras intenciones del Selu, estandarte del humor gaditano. A estas alturas, los autores del Carnaval de Cádiz escriben de cara al capricho de un público dispar y masificado, disparatado y locuaz en su fuero interno, y los aficionados le buscan las cosquillas a tdos y cada uno de los pasajes de los espectáculos adaptados al gusto local o condicionados por el azar y los oídos del receptor foráneo. La Juani alterna la ternura rebelde de quien cumple tres siglos de picaresca con la actitud de alguien que sueña con una Primitiva para tener de una vez el universo a su favor. El secreto está en lograr que la gente haga suya la chirigota, y la tarea se complica con el paso del tiempo. Si me pongo pesao me lo dice.
Lo suyo sería preguntarse ahora qué pasaría por la mente del teatro y sus alrededores si la chirigota del Selu nunca hubiera salido, si se presentase al escrutinio del concurso por vez primera. Será mejor someterse al efecto retroactivo de sus repertorios, centrarse en la interpretación de Juani y enfocar en ella las luces y las sombras de sus antepasados. Para mañana me traen un comentario de texto sobre la actuación de la otra noche, un folio por las dos caras.
La traumática pérdida de identidad que ya vienen cantando en el Falla desde el siglo XX se nota en la mirada de Juani, que tal vez se sienta como un signo en decadencia de la penúltima generación de gaditanas auténticas. Es cierto, han caído los comercios como fichas de dominó, ya no levantan el ánimo las barajas de los ultramarinos, ni los pestillos de las trastiendas de los «armarcenes», donde antes fiaban con tiza, pero la tiranía de las baratijas y los pensamientos de usar y tirar que invaden el patio no asustan a la veterana. Por fortuna, la mentada turistificación y la locura inmobiliaria todavía no han podido con los verdaderos estandartes de la clase y la distinción que viste a los maromos que se hablan con la Juani, nuestras franquicias Eutimio y Tinoco, que resisten cautivas y desarmadas, lo mismo que el salón de juegos Galaxia de la calle Plocia. ¿La calle Plocía? Sí.
¿Qué dirían hoy de todo esto los enteraos, los lacios o los sanmonlontropos verdes? ¿Y los ricos, qué pensarían de las trazas atroces que está tomando el mundo? Los ricos dominan ya el cotarro, por ahí van lanzando cohetes al espacio exterior y arrojando bombas a los niños. Macarras de la moral distraída. La Juani sabe que los americanos llevan pistola, sabes lo que te digo, y hace caso omiso de las murmuraciones. Como a Donald Trump, las balas le entran por una oreja y le sale por la otra. El golpe más celebrado la otra noche. La chirigota del Selu tiene un problema de exigencia, la chirigota gaditana tiene otro problema de relevo generacional, malos tiempos para la lírica.
La Juani ronea con estilo, el suyo, y el Selu también. Con el estilo no se negocia. García Cossío estrenó la piedra angular de su éxito con Los Borrachos, en 1992, y desde entonces no ha cesado de crear un personaje a la imagen y semejanza de Cádiz. En sus inicios despuntó a lomos del surrealismo, el absurdo, lo epatante, sin sospechar acaso que iba a representar décadas después a la chirigota con mayúsculas. De la revolución entre comillas de los Piconeros Galácticos o Época Vergüenza, capaces de sorprender en cada función, a toda una institución de la ironía, el gozo de un historial envidiable.
A cuenta del dichoso estilo, por esa época, una noche de conciertos en el colegio La Salle de Puerto Real, la mitad de El último de la Fila, Quimi Portet, preguntado sobre el presunto cansancio del público por mor de la insistencia del grupo catalán en sus formas de expresión, contestó del tirón: «La Constitución no nos obliga a cambiar de estilo».
Los Borrachos cantaron los duros antiguos al revés. Hoy lo mismo la Juani cambiaría el «iba yo por Canalejas» por un «Iba yo por la calle Pelota», que es más turístico. «Qué jarta estoy, qué lucha más grande». Fueron pregoneros de la Expo, las Olimpiadas y la Gran Regata, echaron la verja del muelle p'atrás pa' que los cruceros invadieran el futuro. Ese verano murió Camarón, leyenda del tiempo. Y al siguiente, Prince y Sting ofrecieron sus popurrís a la juventud, la reventa se apoderó de la final del Falla y el Cádiz bajaba a Segunda, caminito del infierno.
Lo que tiene que aguantar la Juani por ser la dueña de un piso ilegal. La gente es muy envidiosa y la conciencia tranquila de la Juani anuncia que a partir de ahora va a ser legal. El perrito Rayo patina sobre ruedas, se conoce que masca las mismas letras que su madre. Ahora los dueños de perros adquieren la condición de padres, la gente cuida más a sus perros que a sus padres, y la Juani juguetea con el diccionario: «Yo quiero a mi perro porque a mí me ha demostrado que es un buen ser humano», y no «los políticos, que son más perros, más inútiles y más arrastrados», por ejemplo, en Valencia.
Por cierto, las cosas se están poniendo de tal manera, y la gente se muestra así de tonta y canina, que no se descarta que los mandamases del concurso habiliten en próximas ediciones una guardería de perros y un palco para perros.
En el fondo, si leemos entre líneas, las Winehouse de Cádiz narran lo que pasa como si fuera nuevo. Problemas de vivienda ha gastado Cádiz desde antes de llamarse Cádiz, el dinerito negro ha corrido por los contornos de sus calles y sus oficinas a tutiplén, ayer como hoy. Hoy el metro cuadrado con vistas al mar sale a más de 3.000 euros, el alquiler mensual se acerca al dolor del mileurista, mil euros, y se han apuntalado más de 2.500 apartamentos turísticos, sin contar con los partiditos de las Juanis. De los años ochenta en adelante, las azoteas y los bajos de Cádiz se rindieron a la falta de sitio y a las urgencias, con las estrecheces crecieron los partiditos y, además, al amparo de la ambición desmedida florecieron los asustaviejas, Cádiz puede considerarse también pionera de los asustaviejas, dudoso honor. Estos usureros hicieron rehenes bajo la amenaza y la presión, y terminaron expulsando a los inquilinos de renta antigua, en su mayoría viudas.
Las Pepis de 2012, que sacaron a relucir la brillantez de las chirigotas del Selu, conmemoraban los dos centenares de carnavales de Las Cortes de 1812, el año que nacieron los asustaviejas, a tenor de las escrituras históricas. Cuentan los libros que quince vecinos de Cádiz se quejaron formalmente ante la autoridad judicial del hostigamiento que sufrían por parte de quienes pretendían desalojarlos de sus casas. Una vez consumado el desahucio, los dueños, que usaban el pretexto de que las emplearían para su uso particular, las vendían al mejor postor.
Como quiera que el asedio de las tropas de Napoleón obligó a replegarse la Piel de Toro en Cádiz, escenario de las negociaciones y firmazo para la posteridad de la Constitución, se encajaron aquí centenares de diputados nacionales, con su correspondiente séquito, militares de cualquier rango y los refugiados que huían del avance galo. Dos años y medio se pasaron las Juanis gaditanas haciéndose tirabuzones, a riesgo de perder la intimidad y el espacio vital, como la Juani de la nueva chirigota de El Selu, que ni es asustaviejas ni se preocupa por los ocupas, sino todo lo contrario.
La situación asfixió a Cádiz, aunque seguramente dejó un parné importante. Los comisarios de barrio vigilaban el cambalache producido por la ocupación masiva de los barrios, lo contrario de lo que hoy viene siendo una marea de cruceristas en fila india arrastrando las chanclas por el circuito del parque temático del casco urbano. Han vuelto los asustaviejas, pero a lo bestia.
Ahora que me has sacado el tema, Juan, tú qué dices del detalle publicitario del apartamento turístico del Selu, que fiel a su estilo, a sabiendas de que el humor se nutre sólo de primeras marcas, apunta a lo largo del repertorio un total de seis nombres de sendos productos o compañías mercantiles. En Cádiz gusta mucho llamar a las cosas por su nombre, recuerde la parodia de la familia real que el cuarteto Tres Notas Musicales bordó en las semifinales del año 91 y no quiso o le aconsejaron no repetir en la final. El rey pidió a la reina que no citase su procedencia, pues venía de la calle, y ella soltó: «Me tiré una hora en Cobreros». Este año las Juanis tildan de flojo al bribón, siendo generosas, y de guarrón al Errejón, para empezar.
La turistificación de la chirigota del Selu suena a tazas chocando entre sí tras la batalla del desayuno en los bares, recuerda a los cien montaditos que se forran a costa del negocio del ocio y sugiere el incordio rentable del arrastrador de sillas profesional, los albores del enésimo exilio gaditano a Castellón, las pelotas de astilleros, los cuplés de tono clásico y los pasodobles de inspiración rotunda. La Juani reserva golpes para cuando venga a jugarse los cuartos y a tapar las manchas de humedad y los restos de humanidad del destino incierto de Cádiz.