Opinión
Y se desató la magia
«No hubo que esperar, como en el celebradísimo cuento oriental, a que llegara la novena de 'Las mil y una noches'. Sólo fue necesaria la primera función...»
'Y se desató la magia que sujetaba a los habitantes de la ciudad…' No hubo que esperar, como en el celebradísimo cuento oriental, a que llegara la novena de 'Las mil y una noches'. Sólo fue necesaria la primera función, abrir telón y comprobar el milagro o la genialidad, por ser fieles al lenguaje pagano de la fiesta, de este concurso de Carnaval.
Las montañas volvieron a ser islas, que narra la leyenda, y lo extraordinario pasó a ser lo normal. Sesiones de coplas al margen de un mundo que se detiene por el freno de lo que acontece en el ámbito escénico de un Teatro en la ciudad de Cádiz. Hasta que termina el último popurrí, hasta el cierre de cada sesión.
Tras las ventanas del coliseo la Plaza y las calles desiertas. Según qué días, incólumes ante el embate del frío de enero o del siguiente temporal. De puertas hacia dentro, el compás y el bullicio diluyen la cotidianeidad. Quien lo probó, lo sabe.
Vivimos atónitos a la resurrección de cada febrero. La transformación en un micro universo de un recinto con algo más de un millar de habitantes. Seres itinerantes que, durante su rito y ajenos a la realidad, acuden a la llamada para experimentar su ceremonia particular. Su culto solemne para escuchar, vibrantes y enérgicos, la oración en forma de canción de carnaval. Visitantes que durante cada velada se alían con la historia de la cultura universal, que reservó para la génesis de Don Carnal, compensar el sacrificio común con la pasión de sus poetas.
No atiende a ninguna razón. Simplemente se desata el conjuro que, como en el cuento medieval, desata la magia que sujeta a los habitantes de la ciudad. Es el Concurso del Falla, el encantamiento de nuestro carnaval.