carnaval de cádiz
La 'contraseña' de Enrique Alcina: Cádiz declara la cuarentena de coplas en el teatro Falla
Ya estamos liados otra vez. Como si el tiempo no pasara de largo, ni se cobrara factura. Un Carnaval nuevo
Ya estamos liados otra vez. Como si el tiempo no pasara de largo, ni se cobrara factura. Un Carnaval nuevo. Cádiz rompe su silencio, estrenamos cuarentena de coplas en el teatro Falla, el centro de confinamiento de la tragicomedia del arte, que presenta el concurso más interminable del mundo.
Ya queda menos. Siempre es hoy. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Un poco asustados, barruntando el cataclismo, 'fueraparte' del hostil y enfermo planeta. Nunca hubo tamaña falta de certezas, así que los vientos brindan un gran momento para que Cádiz se tome al pie de la letra la libertad condicionada y rinda tributo a lo contrario del desencanto.
El Falla aplica desde esta noche la vacuna de Carnaval a los más 'jartibles'. Bálsamo y condena. Fíjate tú si han cambiado las cosas, o no, que ahora los más 'jartibles' no pertenecen a la otrora exclusiva patulea de amantes del cupleteo callejero ajenos a reglamentos y almanaques.
El Carnaval Chiquito ya no se antoja pequeño. Todo parece muy exagerado y absurdo, aquí y en Constantinopla, pero los picaos de las coplas, hasta los mismos confines de Andalucía y 'all over the world', suspiran encerrados en el castillo de la pasión y el negocio, y navegan a bordo de los formatos cibernéticos que transportan las ondas del azar y el capricho, la prensa de antes, la radio de siempre, la tele que ha disparado las expectativas y ensanchado la afición por las cosas de Cádiz.
El devenir de los carnavales nos ha traído un panorama muy diverso, la gente celebra la fiesta como le viene en gana, cuando le sale del alma, y, tanto en el teatro como en la calle, esperamos cada temporada algo diferente, aunque todos los años sea aparentemente lo mismo, la sempiterna explosión de creatividad y el chispazo de humor propio, amén de una mijita de fantasía.
Las preliminares del concurso, que tienen su encanto, dirán si las musas se han portado bien este año con los autores, los cantautores gaditanos. ¡Queremos repertorios! Ingenio contra la vulgarización imperante. Buscamos argumentos para seguir tirando, y de esta guisa mantener el tipo en el año de la rima fácil y la risa floja.
En tiempos de toques tontos de tik tok, pamplineo dermoestético y mucha soledad disfrazada, aún quedan cosas que no se pueden encontrar en el buscador de marras. El Carnaval, como todo, ha mutado en mercadotecnia, se ha abandonado un poco a la tiranía de los índices de audiencia y demás aspectos consabidos de la vida moderna, pero en la superficie terrestre de Cádiz conviven tantos carnavales distintos, tantos como Cádiz posibles, que el lenguaje común, el ritmo de la palabra, el ángel y el sonido de la calle se conjuran para vencer a los fantasmas del pasado.
La vida no sigue igual, está mucho más cara, pero en Cádiz, para lo bueno y para lo malo, seguimos librando esa batalla, el «todos contra todos» que, en el caso de la genuina fiesta, la del concurso reglado y encorsetado y la de la calle desaforada y desatada, persigue un premio o una esquina, un aplauso o el reconocimiento del indígena o el terrícola enamorado de la moda juvenil de este universo de letras y músicas.
El Carnaval gaditano supera este año en días señaladitos a su hermano de Montevideo, que alardea de ser el más prolongado. Curiosamente, la misma noche que el concurso de adultos del Falla emprende el vuelo, los uruguayos inauguran su vámonos que nos vamos con el desfile callejero que reúne a las agrupaciones que pugnarán por los premios. Araka la cana, allí también mueren por las voces de postín, los silencios y la ruptura de esquemas, esta linda manera de vivir sin miedo a renovar las tradiciones, cambiarlo todo para que todo siga igual.
Atrás quedan las sesiones de tarde y noche que comprimían el concurso. Ahora la sesiones son más cortas, la agonía más larga. Este año de sonoras ausencias, agradecidos regresos y lamentables olvidos redundará en los misterios de siempre; nos preguntaremos si el concurso conoce una época de declive, si la calle necesita un respiro ante tal masificación, y también nos cuestionaremos por qué la gente nos quiere tanto, más de lo que nosotros nos queremos.
Dicen que los coros 'antiguos' pugnarán por el favor del público con los coros que emulan a esos musicales en boga; que las comparsas 'punteras' intentarán cubrir el vacío dejado por los que quedaron en el camino o dieron un paso atrás; que se hace necesario que las chirigotas vuelvan por sus fueros, con los retornados y los que siguen al pie del cañón, y que los cuartetos resistan, que no es poco.
Consultaremos con los especialistas si el Carnaval con mayúsculas aún no se ha recuperado del trauma producido por la pérdida de Juan Carlos Aragón, Manolo Santander y Julio Pardo, de Paco Rosado y Paco Leal, entre otros.
Otro día hablamos de las redes sociales, que nos tienen a casi todos un poco dispersos, por así decirlo, y del fanatismo imperante en ciertos ámbitos del espectáculo sin fin de las coplas, sin obviar el expansionismo que condiciona la libertad de las coplas de Cádiz.
Esta implacable aldea global complica la vida a los artesanos de la palabra y la armonía de Cádiz, los guardianes de los secretos del Sur, que ya no practican el periodismo cantado porque la actualidad se atropella a sí misma sin descanso, entre bulos y bromas de mal gusto, campañas de amor y odio, y no hay manera de seguir el curso de la palabrería y la trepidación que todo lo confunde. Por ventura, los letristas más iluminados de la tierra saben sortear los obstáculos del mundo encanallado destilando el elixir de la juventud eterna de Cádiz.
Valgan algunas ideas sueltas para un hipotético repertorio, la sospecha de lo que escucharemos, o no, en el tiempo que viene. ¿Nos hartaremos de guiños de complicidad a Broncano, el porompompón de su bombo atronador y el revoltijo de la tele? Qué sabe nadie. ¿Se la llevará Bruno mortal de necesidad?¿Y Vizcaíno? Por no hablar de Begoña a secas, el sieso del juez despeinado, los fiscales de barraca, Puidemón de la Isla, el tribunal supremo del jurado del Falla, el pato Donald Trump y su manada de multimillonarios que se disponen a gobernarnos las entretelas, los malos que se estarían saliendo con la suya si no fuera porque ya llevan tiempo haciéndolo.
Esperamos también coplas para cantar en las fiestas de guardar, en la casa, en el coche, en la terracita con la copa de balón en la mano y un platito de frutos secos, adornada con nudillos en la boca del estómago, y declaraciones de intenciones de los autores rebeldes y los chirigoteros traviesos.
A caballo del personalismo que domina el Falla y el anonimato que campa por sus respetos en las casapuertas, será menester afilar los sentidos y disfrutar de la calidad de las agrupaciones de tronío y del riesgo y la imperfección de las inclasificables agrupaciones ilegales.
En el Falla hablarán en voz alta los silencios, la bulla, el cariño y la maldad, la reventa que nos revienta y los golpes de pecho, la sencillez y la emoción. Tanto en el Falla como en la calle, en la tierra como en el cielo, lo suyo sería comparar, situar en el contexto y finalmente extraer conclusiones, como pintadas en la pared o mensajes de audio desesperados. Sin mirar atrás, sin colgar etiquetas, al libre albedrío de la guasa y la mala idea.
Basta con levantar la vista del móvil para comprobar los efectos del futuro imperfecto en el paisaje sentimental de Cádiz. Cierran bares de toda la vida, fallecen las peñas emblemáticas que alimentaron esta fiesta, se marchan con viento fresco hasta las franquicias de cercanías, los cruceristas arrastran las chanclas a mitad del mes de enero, ofrecen visitas guiadas a la nostalgia. Nadie puede obligar a los perros nuevos a echar de menos lo que no han vivido.
Recuerde: sobre gustos no hay nada escrito, hay cartas certificadas que ya se han escrito antes, y Cádiz no cesa de mirarse en el espejo cóncavo del deseo.
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