Carnaval
El Concurso del Falla se queda en preliminares en la Casa del Carnaval
Cajonazo al certamen de coplas, que merece más espacio en el nuevo museo aunque queda el as en la manga de las exposiciones temporales; y que nadie espere tipos ni sombreros
La Casa del Carnaval abre sus puertas con la mitad de las salas vacías
La Casa del Carnaval se ha quedado a medias. Este comentario encierra su actual defecto y su principal virtud. Queda mucho por hacer y en esa evolución seguro que va a mejorar. Es un espacio vivo que acaba de nacer y dispone de un escenario arquitectónico maravilloso para desarrollarse y reproducirse.
Pequeño, pues todo lo sería para albergar algo tan grande como la esencia del gaditano, pero con los suficientes recursos para al menos reflejar en una mínima parte lo que significa esta fiesta para la tierra.
El Ayuntamiento actual ha huido de todo aquello que puede oler, sonar, a museo clásico, antiguo. Por lo tanto, el visitante debe afrontar esta experiencia de una manera más diferente y novedosa si no se quiere llevar una profunda decepción. Nada de maniquíes con los tipos de tal o cual comparsa, o el gorro de esa chirigota que ganó la Aguja de Oro, o los palos con los que el Peñita daba la entrada. No. Espacio abierto, pasillos amplios, salas diáfanas con paneles explicativos y una tablet-guía que recoge textos y fotos y al oído va explicando la historia y los diferentes detalles del Carnaval: sus orígenes, los tiempos de censura, la incorporación de la mujer, letras y partituras, los artesanos y costureros, el carnaval en la calle y una sala enorme dedicada a la cantera.
El sueño de los actuales gobernantes es que se erija en un lugar de encuentro de carnavaleros, que se celebren allí reuniones para decidir el tipo, la idea, los detalles que rodean a los protagonistas. Por ello hay salas dedicadas a la conversación y un espacio multiusos para ensayar o actuar con un aforo de unas 60 personas. También en su zona alta dispone de una amplia sala actualmente vacía que servirá para que analizar, investigar y estudiar sobre el Carnaval, o para buscar y disfrutar de alguna copla perdida. Hasta esperan que el bar sea como un 'bache' al estilo de Los pabellones.
La Casa del Carnaval es un pasodoble de comparsa con muy buenas intenciones en su arranque pero que se ha calado en el trío y el autor se ha marchado a descansar para reposar ideas. El final ni se intuye. Hay una mínima intención de que se convierta en referencia turística y que fomente la industria gaditana, como si pensarlo, ya no decirlo, pudiera fulminar su esencia. Que a lo mejor hasta es verdad.
Y con respecto a las donaciones, cariñosísimas familias como la Santander o la Brihuega-Delgado se han entregado (ahí está la escopeta de La Familia Pepperoni y el Antifaz de Oro del patriarca y esperando la de Brihuega en el Callejón del Tinte bajo llave). El sueño (este museo se mueve aún en lo onírico) es que descendientes de genios como el Tío de la Tiza presten su legado cuando vean que no existe un mejor lugar para conservarlo.
Lo que más sorprende es el mínimo espacio que se le dedica a la joya de la corona del Carnaval, que es el Concurso del Gran Teatro Falla. Cierto es que su presencia es transversal (aparece en los paneles de los artesanos, de las letrillas, o en su propia historia), pero el hueco en exclusiva es de una pequeña habitación cuadrada de unos 20 metros cuadrados. Con cuatro carteles explicando qué son las modalidades (chirigotas, coros, comparsas y cuartetos) y una fotografía de Antonio Martín al ser el autor más laureado. El Antifaz de Oro, el desarrollo del certamen, una pantalla donde se suceden actuaciones programadas y en el centro una maqueta del Teatro. No hay apenas referencias a los talentos que se vienen a la memoria: Martínez Ares, Selu, Juan Carlos Aragón, Vera Luque, Tino Tovar, Yuyu, Love, Julio Pardo o Manolo Morera.
Queda el as de la manga de las exposiciones temporales. En la entreplanta radicará parte del éxito o el fracaso del centro. Ahora la ocupa la obra de Antonio Accame, artista de las fiestas gaditanas en el primer tercio del siglo XX. Una exhibición personal de los autores y creadores más relevantes de este arte gaditano, cada tres-cuatro meses, serviría para mantener vivo un espacio que no ha dado su lugar al COAC pero que aún está a tiempo de corregirlo. Tiempo, 30 años después, si fuera por tiempo...
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