La ciudad invisible: Ares pone luz en la caverna

Llega la comparsa de Martínez Ares a esta nueva fase del Concurso. La sumisión les llevó a la oscuridad y desde allí vuelven a brotar las coplas de este poeta gaditano. La cuidad invisible no es más que «otra historia que nace de un grito de libertad».

A Antonio se le exige siempre pasodobles que tumben a este Teatro y esta noche optó por una temática a la que no se había cantado en el Concurso (hasta la actuación anterior del coro de Barbate). «Inmunes, bajo el palio de la virgen su memoria estaba libre. El carnicero de Franco». Era una dura letra a Queipo de Llano. La comparsa, que ahora vive entre las grietas de la caverna, cerraba de esa forma una grieta del pasado. Gran pasodoble.

En el segundo: «Si hay que salir llorando, que sea por dos lagrimones de alegría». Era el remate de una letra al Concurso, recordando aquel episodio de Paco Alba en el que salió llorando de las tablas. Letra crítica con la afición, la prensa y el curso que lleva el certamen. Está cansado el poeta. A la letra, aunque interpretada con la misma pasión que la primera, le faltó contundencia, sobre todo en su final.

El primer cuplé no explota, como la terraza del yihadista. Al volcán de La Palma, el segundo. La tanda se queda en el subsuelo, pero pronto remontan con un popurrí que va destapando su esencia con esta segunda escucha. Tanto musicalmente como en el apartado interpretativo, la comparsa camina por la gruta segura, a sabiendas de que les queda oxígeno para más. Cuartetas con su componente crítico, pero siempre con la cueva marcando cada paso y cada verso. La cuarteta del bicho de la noche, espectacular. Grita, ladra, mantente, desobedece, dicen en su final. Continuará.