Carnaval

El Carnaval, Cádiz y la familia Villegas arden en el fuego purificador del Dios Momo

Gueli, con la aportación humorística de Manolo Morera, abre su ventana de la calle Quimera para reconocerse como un soñador

El Dios Momo ¿quién era este personaje tan importante en el Carnaval?

El fuego purificador ha quemado, un año más, al Dios Momo, que como las coplas se sume en la hoguera para que el Carnaval arda hasta consumirse en sus cenizas. Es tiempo de Cuaresma, aunque esta fiesta siempre le roba algunos días más al calendario para no perder el tipo y sacarle una sonrisa a esta primera semana de marzo.

La lluvia de la tarde dio una tregua justo a tiempo para el comienzo, aunque durante el pregón hizo acto de aparición obligando a sacar los paraguas en una plaza de San Antonio arrebatada para disfrutar del Dios Momo.

Gueli Villegas ha encarnado el personaje burlón e irreverente que representa en gran parte a esta tradición. El gaditano, que lleva toda una vida dedicada al Carnaval en todas sus facetas, desarrollaba un pregón muy gaditano, familiar y carnavalero. Gueli pertenece a la estirpe de los Villegas, que iniciara en Cádiz su padre Enrique, nacido en Ayamonte y gaditano como el que más. «De nobleza y de risa sabe mucho mi familia y, con vuestro permiso, voy a hablar de lo más importante: mi familia. La familia Villegas. Mis padres y todos mis hermanos. Cinco mujeres y siete hombres. Mi esposa Mamen, mis hijos, Juanmi y Álex, y mis dos nietos, Hugo y María«.

«Entre el público, si miráis a la izquierda o a la derecha, veréis seguramente a otro Villegas». Una reproducción con la que se bromeó durante toda la noche, con la colaboración de Manolo Morera, que aportaba el toque humorístico a la exaltación.

«En nuestra niñez, mi casa olía a polvos de talco y maicena. A carbón y vinagre. Malta, aceite y pan frito. A miel y pestiños en diciembre... En fin, ya ven que en la casa de los Villegas, aunque hubiera poco, había mucho. Mucha imaginación, mucho cariño y mucha risa. Y cantar, siempre cantando«.

Ahí entronca con el Carnaval, una forma de vida. «Contra el miedo y la tristeza, pasodobles. Nuestra armadura, un disfraz. Como arma, la ironía. Como mantra, un rosario de estribillos. Y nuestro grito, una copla. Porque así cantan los gaditanos. Porque así lloran los gaditanos«.

Durante la velada se podía disfrutar de las actuaciones del grupo de la peña La estrella, la joven agrupación de los topolinos, un grupo de Ayamonte en recuerdo a su padre o Los cleriguillos, entre muchos otros. No faltó su chirigota de 'Los disléxicos' interpretando el recordado pasodoble de 'Las momias'.

Rendía homenaje a la cantera, y es como él mismo afirma, fue uno de esos niños que se crió con una educación marcada por el Carnaval. «Mi padre, a la vuelta de su aventura con los Beatles, decidió crear cantera a lo Real Madrid-Castilla y, allá por el año 1976, se unió a la peña La Estrella y juntos fueron pioneros de los primeros pasos de nuestra cantera en el Gran Teatro Falla».

El sueño de la ciudad del Carnaval

El Dios Momo recordaba la explosión de las grandes comparsas en los 80, con Martín, Villegas, Quiñones, Aurelio, Pedro Romero, Varo y Caraballo. De ahí acogió el estilo elegante que ha caracterizado a sus letras. «Siempre fui un ferviente defensor del respeto por los demás. Mis letras, las que escribí, intentan no caer en la vulgaridad ni ser violentas. Yo siempre copié la forma elegante de decir las cosas para que los gaditanos podamos sembrar juntos, de una vez por todas, el trigo fuerte y resistente de nuestro pan futuro«.

Por último, desvelaba que tiene un sueño ¡la Ciudad del Carnaval! «Los soñadores de Cádiz somos una especie en extensión, que no en extinción. Cádiz puede vivir de lo que crea«.

Con ese sueño cerraba la ventana de su calle Quimera, interpretando los versos que dejara su padre Enrique en el pregón de 1999. «Tienes que darme la llave de tu puerta marinera, que cuando el cielo me llame pueda volver cuando quiera, a entrar y poder cantarte, como si vivo estuviera». Así cerraba un pregón donde el Carnaval, Cádiz y la familia servían como eje vertebrador de un texto que también acabó entre las llamas.

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