CARNAVAL DE CÁDIZ

El Carnaval como arte mayor

El arte mayor es más especializado, precisa de una base cultural más profunda tanto para crearlo como para valorarlo y sus resultados son valorados como obras de arte

Alba Fernández

Se acerca el final del concurso de coplas gaditanas y cada vez son más las ilusiones y los disgustos que, tanto participantes como aficionadas y aficionados, se llevan en cada corte por parte del jurado.

Es congruente que todos los años no llueva a gusto de todas y todos pero, está claro que el rumbo del COAC lo marca, con gran tenacidad, la tendencia de agrupaciones premiadas el año anterior. La necesidad del éxito por encima de la integridad y genuinidad es lo que define un concurso y éste no va a ser menos. ¿En manos de quién está esa tendencia? Efectivamente, del jurado que cada año perpetúa lo que premia pero, ¿quién es ese jurado?

El criterio de selección del jurado es demasiado turbio para la importancia que éste tiene para el desarrollo de la fiesta. Para expresar bien a lo que me refiero, voy a plantear «La teoría de Pocahontas». El concurso es como el arca de Pocahontas que, cada año, se encuentra en la incertidumbre de elegir uno de los dos caminos posibles: tratar el carnaval como un arte popular (camino seguro y tradicionalista, ya que es el conocido y el aceptado por la mayoría) o tratarlo como un arte mayor (un camino más pedregoso, el del río bravo que no sabemos a dónde llevará).

El arte popular es un arte hecho por y para el pueblo, sencillo de comprender, sin que importe la procedencia de la autoría del mismo. El arte mayor es más especializado, precisa de una base cultural más profunda tanto para crearlo como para valorarlo y sus resultados son valorados como obras de arte.

Está claro que en el concurso encontramos obras muy dispares en cuanto a estos dos tipos de arte, por eso, depende del perfil del jurado que se valore más uno que otro, lo que lo hará perpetuarlo como tendencia premiada. En ocasiones, el criterio de selección de las personas que forman el jurado no es más que el de haber nacido en la provincia de Cádiz o haber participado como componentes en agrupaciones de carnaval algún año.

El carnaval ha crecido y madurado, sus posibilidades son infinitas, existen auténticas cátedras literarias en sus plumas y verdaderas personas expertas en música en sus composiciones. La perfección en sus intérpretes tanto vocal como instrumentalmente y la increíble capacidad artesanal y de caracterización son innegables. ¿Cómo puede una persona sin conocimientos valorar tales talentos? ¿A caso una persona sin estudios musicales puede valorar la complejidad de un engarce? ¿A caso una persona sin conocimientos literarios puede valorar la retórica de un pasodoble? No sería yo quien me atreviera a valorar un cuadro de Goya.

Durante la década de los 90, se valoró e impulsó con valentía este crecimiento cultural del carnaval a explorar nuevos universos, lo que, como resultado, ha provocado que los grupos de carnaval aumenten su calidad, se autoexijan y perfeccionen cada disciplina al máximo exponente enriqueciendo la fiesta. He aquí la reflexión: carnavalero, carnavalera ¿estás dispuesta/o a hacer de tu fiesta un arte mayor, o la perpetuamos a ser invisibilizada por miedo a su adulterio?

No sabemos lo que este jurado deparará, pero sí podemos exigir lo que queremos que el carnaval depare.

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