CARNAVAL DE CÁDIZ

Bienvenidas sean Las Ratas

Una comparsa que no se resigna, que se niega a la tibieza. Una comparsa rebelde, con la pluma afilada de Jesús Bienvenido

Belén Triñanes

Desde que comenzó el concurso he devorado las sesiones con ansia, con la mirada atenta y el corazón abierto, buscando ese chispazo que sacude el alma. Y esta semana el Carnaval me ha entregado ese chispazo en forma de alta dosis de realidad. Una década de aquellos Millonarios. Ocho años de Los Irracionales… ¡Cómo pasa el tiempo! A una velocidad que asusta, que casi abruma. Hasta ahora, algunas joyas, pero escasas de ese pellizco que remueve las entrañas. Con excepción del Gago y su cuarteto magistral, repleto de ironía y gracia afilada, nada ha logrado erizarme la piel. Quizá destaque la sorpresa irreverente de Los Eugenios y la solidez del grupo del Chapa.

Pero el miércoles Las Ratas de Bienvenido irrumpieron en el Falla. Y, con ellas, la sacudida. Un canto desgarrado contra la gentrificación y la turistificación que asola Cádiz y buena parte de Andalucía. Una comparsa que no se resigna, que se niega a la tibieza. Una comparsa rebelde, con la pluma afilada de Jesús Bienvenido. Pasodobles que electrizan, que erizan la piel desde el quejío del pito. Letras que aplauden el regreso, que reprenden a aquellos que confunden la esencia del Carnaval y que apuntan sin titubeos a quienes se refugian en la orilla, evitando mojarse por temor a perder contratos y «dineros».

Todo ello envuelto en la magia de un grupo que suena a gloria y en versos que evocan a Garcilaso, a Santa Teresa de Jesús y a Gardel y su nostálgico «Volver». Letras que, como siempre en Jesús Bienvenido, no solo entretienen, sino que despiertan conciencias. Porque el Carnaval es fiesta, es ironía, es teatro, pero también es denuncia, crítica y golpes de realidad. Y Bienvenido lo ha vuelto a demostrar.

La gentrificación y la turistificación no son hipérboles poéticas ni lamentos infundados: son una realidad que golpea a Cádiz y a tantas otras ciudades y pueblos, donde los vecinos de siempre se ven envueltos en una oferta local dirigida a los de fuera, cuando no son directamente expulsados por las consecuencias de ambas problemáticas. El derecho a una vivienda digna está consagrado en el artículo 47 de la Constitución, pero ¿de qué sirve un derecho si se convierte en papel mojado? «Las Ratas» lo denuncian sin miedo e hilan su repertorio en torno a esta idea. Ojalá que estos roedores hayan conseguido penetrar en las conciencias de los incrédulos y de quienes especulan con la vida de los gaditanos.

Que el Carnaval no pierda nunca su voz de lucha. Y que, por febrero, Jesús Bienvenido nunca nos falte.

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