Carnaval de Cádiz

«Ábrase telón»

La Final es una danza entre la gloria y el abismo, entre el éxtasis de ser cantado por siempre y la nostalgia de saber que todo termina -y comienza- al alba

Belén Triñanes

Es increíble la velocidad a la que pasan las semifinales, como si el tiempo se plegara ante la grandeza de las coplas. Cuatro noches de emociones desbordadas, de risas que estallan, de letras que hieren y curan, de melodías que erizan la piel y revuelven la memoria. Cuatro noches que bien podrían haber sido la final. Pero no, la última batalla de coplas es hoy. La noche de las noches. La que el calendario gaditano se guarda como su mayor tesoro.

La ciudad respira diferente cuando amanece el día de la finalísima, con el eco de bombos y guitarras latiendo en sus entrañas. El Falla se viste de gala, como un templo donde se celebra la liturgia del compás y la palabra. Las butacas se llenan de corazones palpitantes y, en las calles que lo rodean, el gentío se congrega, como si por el simple hecho de estar allí pudiera atrapar un retazo de la gloria que se respira dentro.

Cada febrero, cada final, vuelvo al pasodoble de Juan Carlos Aragón. «Si caminito del Falla el corazón te palpita...« Y me late fuerte, como a tantos, aunque estemos lejos. Porque la Final no se vive solo en el teatro o en la Plaza Fragela; la Final es un latido colectivo que trasciende el tiempo y el espacio. Es el sueño de los que suben al escenario y el de los que aúnan su voz en un único grito: ¡Cádiz!

No hay noche más larga ni más corta. Larga para quienes aguardan su turno entre bambalinas, sintiendo el escalofrío de lo irrepetible. Corta para quienes se dejan la garganta aplaudiendo a los valientes que, con su pasodoble y su ironía, desafían al mundo desde las tablas. La Final es una danza entre la gloria y el abismo, entre el éxtasis de ser cantado por siempre y la nostalgia de saber que todo termina -y comienza- al alba.

Y luego, el veredicto. La tensión que se mastica en el aire. La ilusión de los que sueñan con la victoria y la resignación de los que saben que, en Cádiz, ganar es un detalle menor frente a la eternidad de haber cantado coplas que serán inmortales. «Que loquito de envidia, hasta Dios esa noche volvió a hacerse hombre por ser gaditano«. Porque sí, porque en la Final el cielo está más cerca del Falla que de cualquier otro lugar del mundo.

¡Que se abra el telón! La magia está a punto de empezar.

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